Acumulación originaria e industrialización del tercer mundo*

 

Joseph Schumpeter ha hecho un sorprendente reproche a la teoría económica de Marx, segun el cual ésta sería incapaz de elaborar una teoría de la acumulación originaria de capital que coincidiera con su teoría «del interés» (es decir de la plusvalía).(1) En realidad, precisamente uno de los principales méritos de la teoría económica marxista es haber logrado integrar la teoría y la historia económicas, no sólo porque Marx parte del carácter históricamente es decir socialmente determinado, de las «categorías de La economía política», sino también porque emplea un método de investigación genético que concibe la aparición, el desarrollo y la desaparición de estas «categorías» como un proceso histórico. En el cuadro de semejante método de investigación, evidentemente debía poner un énfasis muy particulir en el origen histórico y económico del capital, y en las formas históricas diferentes de la plusvalía, según que se trate de. una plusvalía salida de la circulación de las mercancías en una sociedad precapitalista, o de una plusvalía salida del proceso de la producción en la sociedad capitalista. (2)

* Publicado en el libro En Partant du «Capital». Ed. Anthropos, París, 1968.
1. Joseph Schumpeter: Business Cycles. New York 1939, 1, p. 229.
2. Los principales pasajes en los que Marx desarrolla su teoría de la acumulación originaria son: Das Kapital, t. 1, cap. 4: «La transformación del dinero en capital»; cap. 24: «La acumulación originaria»; en parte de los capítulos 11 y 25; El Capital, tomo 1, cap. 20: «Sobre la historia del capital mercantil.» (Citamos de la edición de F. Engels, Ed. Otto Meissner, Hamburgo, 1890, t. 1; Ed. Otto M’eásner, Hamburgo, 1921, t. m). Grundrisse der Kritik der politischen Oeko-itamie, Ed. Dietz-Verlag, Berlín, 1953, pp. 151-166 (el capítulo del dinero en tanto capital, y la primera parte del «proceso de producción del capital»); PP. 224-226 (La acumulación primitiva de capital); pp. 718-734 (Datos precapitalistas; teorías sobre la plusvalía; interés y beneficio); pp. 755-762 (A propósito de la doctrina del comercio exterior); pp. 375-412 (Épocas progresivas de la formación social económica)

La teoría marxista del capital (siendo el capital el valor que se acrecienta con La plusvalía) descansa en una comprensión dialéctica del proceso de cambio. En la pequeña producción mercantil, que surge en el seno de una sociedad todavía dominada por la economía natural, se desarrolla paralelamente un proceso de circulación simple de mercancías (M-D-M) producidas por artesanos y campesinos, y un proceso de circulación de dinero (D-M-D’) que bace aparecer las primeras formas de plusvalía, encarnadas por el capital usuario y el capital comercial, y salidas de un intercambio desigual. La primera fase de la acumulación originaria del capital —la acumulación originaria del capital dinero– que se desarrolla en Europa occidental en el curso de la alta Edad Media, significa la apropiación por parte del capital de una plusvalía que resulta de la expropiación de otras clases de la sociedad. Los reyes y los señores feudales intercambian la renta del suelo en especie contra el capital usurario; en las partes mas atrasadas del pais, o los pueblos extranjeros, intercambian las rnercancias por menos dinero del que reporta la venta de estas mismas mercancías en las ferias de occidente. El origen del capital reside por tanto en el cambio desigual, que se apodera de capas sociales cada vez más amplias a medida que se extiende la economía monetaria, hasta que desemboca en el endeudamiento general de la población con el capital dinero (3)
3. «El engaño en el cambio es la base del comercio cuando aparece de manera independiente’ (Grundisse, p. 742). Mientras el capital comercial sirve de vehiculo al cambio de productos de comunidades poco desarrolladas, la ganancia comercial no sólo aparece corno engallo y estafa, sino que se deriva en gran parte de esas fuentes.’ (El Capital. Ed. Fondo de Cultuara Económica, México, t III, pp 399.

En el seno del modo de producción capitalista este proceso se transforma en su contrario. El cambio de valores iguales se convierte en la regla; el engaño se convierte en la excepción y se retira a la periferia de vida económica. La apropiación de la plusvalía (D-M-D’) no se efectúa ya en el curso de una simple circulación de mercancías; ahora concierne al conjunto del proceso de la producción. En el curso del proceso de circulación, el dinero se transforma en capital cambiándose primero por máquinas, materias primas, etc. (capital constante) y por fuerza de trabajo (capital variable), permitiendo después a la fuerza de trabajo crear un nuevo valor en el curso de la producción, con ayuda de ese capital constante, tornando así la forma de una masa de mercancías producidas, y realizándose de nueva bajo la forma de dinero acrecentado de una plusvalía gracias a la venta de estas mercancías.

Si la valorización del capital productivo desemboca en la aparición de la plusvalía en el curso del proceso de producción, gracias al intercambio de valores iguales (la compra de la fuerza de trabajo por su valor), no se trata, sin embargo de un intercambio igual. El intercambio entre el capital y el trabajo es un intercambio desigual de valores iguales; porque la fuerza de trabajo tiene un valor de uso específico para el capital que consiste en producir más de lo que cuesta. (4) En el seno del comercio mundial capitalista se desarrolla otro proceso de cambio de valores desiguales, que resulta de niveles desiguales de productividad de las diferentes naciones que participan en este comercio (5)
4 En sus Theorien über der Mehrwert (t. III), (Historia crítica de la plusvalía, ed. Fondo de Cultura Económica, México), Marx distingue el cambio entre el capital y el trabajo del cambio entre los ingresos y el trabajo, como Adam Smith y Richard Jones lo habían hecho antes de él. Lo que es decisivo para esta distinción es el hecho de saber si el trabajo es incorporado en la producción de mercancías. La diferencia entre estas dos formas constituye «toda la diferencia entre el modo de pro-ducción capitalista y el no capitalista» (p. 496 de la edición Dietz-Verlag, Stuttgart, 1910).

5. «Comparado con el trabajo menos intensivo, el trabajo nacional más intensivo produce pues más valor en un mismo lapso, lo que se expresa en más dinero. La ley del valor es modificada en su aplicación internacional por el hecho de que en el mercado mundial el trabajo nacional más productivo es tratado como trabajo más intensivo, en tanto que la nación más productiva no sea obligada por la. competencia a bajar el precio de venta de su mercancía a su valor.» (El Capital, t. I, p. 522; véase también t. III, pp. 318-19. )

En consecuencia, a la luz de la teoría económica de Marx, el proceso histórico de la aparición y la apropiación de la plusvalía una unidad dialéctica de tres momentos distintos: el cambio desigual basado en desiguales; el cambio igual basado en valores iguales; el cambio desigual basado en valores iguales. Solamente teniendo en cuenta estos tres momentos históricos se puede dar respuesta a la cuestión de saber cómo se ha constituido el capital en Europa occidental, cómo ha podido crecer cómo ha podido extenderse sobre una gran parte del mundo. Este examen inicial nos enfrenta ya en dos momentos —el cambio desigual de la etapa precapitalista; el cambio desigual en el seno del comercio mundial actual— con una relación específica entre el capital occidental y los llamados países en vías de desarrollo, relación específica sobre la cual habremos de regresar en el curso de este ensayo.

II

Sabemos que antes de la expansión del modo de producción capitalista la plusvalía aparecía sobre todo como resultado del intercambio desigual. Sin embargo, el capital usurario y el capital comercial de la Edad Media no representan sino las etapas preliminares de este intercambio desigual. Cuando más, su aparición explica de qué manera se ha podido producir una acumulación de una masa de dinero y capital cada vez más amplio en el seno de una sociedad que se caracterizaba inicialmente por una economía natural casi integral y por una enorme penuria de dinero. La historiografía contemporánea confirma clararnente el papel que desempeñaron «el pillaje violento y el rapto de esclavos» (para citar a Marx) durante los siglos IX y X en el desarrollo inicial de las ciudades italianas. En la Edad Media ya existía una competencia precapitalista de capitales que incluso producía cierto tipo de igualación de la tasa de ganancia. (6)

6. Véase al respecto el articulo de R. López, «The Trade of Medieval Europe», Cambridge Economic History of Europe. Ed. Cambridge University Press, 1952, vol. II, p. 334 y ss.

Se trata, sin embargo de un proceso que se desarrolla en gran parte en la periferia de la vida económica, es decir fuera de la producción y circulación que concierne a esta producción. La usura y el crédito que se practican con los príncipes, el comercio lejano y de lujo, he ahí los campos de aplicación principales de este capital. Si es cierto que como resultado de actividades de este género pueden producirse acumulaciones mayores de capitales, el capital nunca se convierte en el amo de la economía en condiciones so-ciales todavía predominantemente feudales. Y políticamente continúa estando sometido a la propiedad feudal de los príncipes, y a la dominación proteccionista de los oficios urbanos.

No es sino en el curso de la segunda fase de la acumulación originaria, que comienza hacia fines del siglo XV y principios del siglo XVI —la acumulación originaria del capital industrial—, cuando el capital conquistará definitivamente su posición dominante en la economía y en la sociedad. La enorme expansión del capital comercial con la aparición de las primeras sociedades por acciones; el nacimiento de la deuda pública moderna y el nacimiento de la bolsa; el desarrollo de los bancos modernos; la penetra-ción del capital en la producción industrial y agrícola (particularmente con el desarrollo de la «nueva industria textil», de la producción en comandita -Verlagssystem-, de la manufactura y de la agricultura moderna en Bélgica, en Italia del norte, en el norte de Francia y más tarde en Inglaterra): he aquí las conocidas etapas de la ofensiva del capital occidental en la época de la acumulación originaria propiamente dicha que precede a la revolución industrial de mediados del siglo XVIII y que en gran parte la ha hecho posible.

Los problemas económicos que plantea esta revolución histórica son numerosos y complejos. ¿De dónde proviene esta brusca y enorme acumulación de capitales que necesitaba la penetración del capital en la industria? ¿Cuáles son las causas de estas rápidas transformacionesen las relaciones sociales que han permitido esta misma penetración? ¿Qué cambios en las relaciones de fuerzas políticas coinciden con estas transformaciones? ¿ Cuáles eran las reacciones del orden feudal en el campo y del orden corporatista en las ciudades frente al asalto de las nuevas fuerzas revolucionarias? ¿Qué cambios técnicos —no solamente de la técnica de producción, sino aun de la técnica comercial y bancaria, por ejemplo de la técnica de la contabilidad— han hecho posible esta revolución y la han facilitado?

En el famoso capitulo my del primer tomo de El Capital, que está consagrado a la acumulación originaria, Marx pone el acento sobre todo en las precondiciones sociales de esta acumulación (en primer lugar la separación violenta de un gran número de productores de todo acceso tradicional a los medios de producción y a los víveres, especialmente el acceso a la tierra) y sobre el origen económico del capital acumulado en el pillaje: pillaje en el extranjero (sistema colonial), pillaje en contra de la propia población del país (carga de impuestos y proteccionismo), pillaje del Estado (deuda pública), así es como podemos definirle por analogía con una observación de Engels acerca del modo de producción asiático. (7) Entre todos estos fenómenos, él insiste en el del cambio desigual en el cual la rapiña descarada y el pillaje no son más que su última expresión lógica.
7 «En Oriente el gobierno no tiene más que tres departamentos: las finanzas (pillaje en el interior), la guerra (pillaje del interior y del extranjero) y los trabajos públicos (consagrados a la reproducción).» (Briefwechsel zwischen Marx und Ed. Dietz-Verlag, Stuttgart, 1921, vol. I, p. 415).

Con referencia a la problemática contemporánea de los llamados países en vías de desarrollo, es totalmente indicado, aunque sólo sea por el orden de la magnitud, tratar de evaluar la contribución involuntaria que han aportado estos países a «la acumulación originaria» del capital en Europa occidental. Marx ha escrito: «El descubrimiento de los yacimientos de oro y plata de América, la cruzada de exterminio, esclavización y sepultamiento en las minas de la población aborigen, el comienzo de la conquista y el saqueo de las Indias orientales, la conversión del continente africano en cazadero de esclavos negros: son todos hechos que señalan los albores de la era de producción capitalista. Estos procesos idílicos representan otros tantos factores fundamentales en el movimiento de la acumulación originarias. (8) La investigación contemporánea le ha dado toda la razón. E incluso se podría afirmar que Marx ha subestimado la importancia que ha tenido el pillaje sobre el Tercer Mundo en la acumulación del capital industrial en Europa occidental.
8. El Capital. Ed. cit. t. I, p. 638.

En otro trabajo, (9) hemos intentado hacer un cálculo de la transferencia de valores de las colonias hacia Europa occidental durante el periodo comprendido entre 1500 y 1750. He aquí el resultado aproximado de esta evaluación:
9. Ernest Mandel, Tratado de. economía marxista, ed. cit., t. II, pp. 59-62

a] E. J. Hamilton calcula el valor de la transferencia de oro y de plata hecha por los españoles desde América del norte y del sur hacia Europa, entre 1503 y 1660, en 500 millones de pesos oro.
b] H. T. Colenbrander calcula el botín extraído de Indonesia por la Compañía Holandesa de las Indias Orientales, durante el periodo 1650-1780, en 600 millones de florines oro.
c] El padre Rinchon calcula los beneficios que el capital francés ha obtenido tan sólo del comercio de esclavos, en el siglo xvm, en 500 millones de libras francesas oro, sin calcular los beneficios obtenidos por el trabajo de estos mismos esclavos en las plantaciones de las Antillas.
d] H. V. Wisemann y la Cambridge History of the British Empire calcu-lan los beneficios obtenidos del trabajo esclavo en las Indias Occidentales Británicas entre 200 y 300 millones de libras inglesas oro.
e] El mero pillaje de la India durante el periodo comprendido de 1750 a 1800 ha aportado a la clase dominante británica entre 100 y 150 millones de libras oro. 10
10. Fuentes: E. J. Hamilton, American Treasure and the Price Revolution in Spain. Ed. Harvard University Press, Cambridge, 1934, pp. 34, 37, 38; Dr. H. T. Colenbrander, Koloniale Geschiedenis. Ed. Martinus Nijhof, Amsterdam, 1925, t.II, p. 247; R. P. Rinchon, Le trafic négrier. Les Editions Atlas, Bruselas, 1928, pp. 22, 129, 130, 131, 211, 304; H. V. Wiseman, A Short History of the British West-Indies. Ed. University of London Press, 1950, pp. 50, 58; The Cambridge History of the British Empire. Ed. Cambridge University Press, 1929, t. I, p. 380; sir Percifal Griffiths, The British Impact on India. Ed. Mac Donald, Londres, 1952, pp. 374, 375, 402, 403.

¡La suma total de todas estas cantidades rebasan los mil millones de libras inglesas oro, es decir más del valor total del capital invertido en todas las empresas industriales europeas hacia 1800! El flujo de estas enormes masas de capitales hacia las naciones comerciales europeas, entre el siglo XVI y fines del siglo XVIII, no sólo ha creado una atmósfera favorable a las inversiones de capitales y ha expandido el «espíritu de empresa»; se puede demostrar también en numerosos casos que ha financiado directamente la fundación de manufacturas y fábricas, dando así un impulso decisivo a la revolución industrial. (11)
11. Cf. Gaston Martin, Histoire de l’esclavage dans les colonies-francaises. Presses Universitaires de France, París, 1948, pp. 90-91: «Cada lugar de regreso [de los barcos de la trata de negros] vio durante el curso del siglo XVIII cómo se edificaban las manufacturas: refinerías, hilanderías de telas teñidas, tinterías, fábricas de conservas, cuyo número creciente era un testimonio del auge del tráfico y de la industria. A título de ejemplo, se fundaron en Nantes, en el siglo XVIII, 15 refinerías, 5 manufactureras de hilos… dos grandes fábricas de tinturas, dos de conservas de sardinas … Nuevas industrias, fortunas privadas que se incrementaban. así corno la opulencia pública de las ciudades transformadas, la expansión de una nueva clase —los grandes mercaderes ávidos de desempeñar un puesto público—. tales eran los rasgos esenciales con los que el tráfico de negros marcó la evolución de la nación francesa en el siglo XVIII.»

Una analogía histórica puede poner de relieve la amplitud de esta concentración internacional de riqueza, que coincide con el principio de la revolución industrial. Es sabido que hacia el principio de nuestra era en todo el espacio de la cultura antigua, entre el Sahara, el Rin-Danubio. el Mar Negro y la India, los tesoros amasados sucesivamente por los impe-rios egipcio, babilónico, persa y helénico, afluyen hacia Roma y financian durante varios siglos el poder militar del Imperio Romano y el lujo de sus clases poseedoras. Una concentración internacional análoga se produjo entre fines del siglo XVI y fines del siglo XVIII. La mayor parte de los metales preciosos y de las riquezas amasadas en cinco continentes (con excepción de China y Japón) afluyeron hacia Europa occidental y fueron acrecenta-dos por el tráfico de productos, la explotación del trabajo de los esclavos y el comercio fundado en el intercambio desigual.

El advenimiento del capital usurario y comercial no es un fenómeno típicamente europeo. También se ha producido en la sociedad antigua, en Bizancio, en el Imperio del Islam, en la India, en Indonesia, en China y en Japón. antes de su contacto con los conquistadores europeos, s en el imperio precolombino entre los aztecas. El mecanismo económico de este proceso fue en estos lugares esencialmente idéntico al de la Edad Media europea: apropiación de una parte de la renta del suelo y de los ingresos públicos (o del tesoro público por parte de la burguesía usuraria, comercial y bancarial. La acumulación originaria de capital-dinero a menudo era ahí importante y algunas veces cuantitativamente superior a lo que fue en Europa medieval. (12) La base técnica de la revolución industrial (es decir, los conocimientos técnicos, la manufactura, la salida potencial de los productos en el comercio internacional, etc.) estaba dada algunas veces antes de que apareciera en Europa.
12. Algunos ejemplos: la viuda de Muhassin, ministro del califa Muqtadir. debió pagar 700.000 dinares oro a su señor, sin dejar de conservar una fortuna considerable. (Reuben Levy, The Social Structure of Islam. Ed. Cambridge University Press, 1962, p, 302); el príncipe imperial Hsia dejó al morir un tesoro de 400.000 catties, es decir 240 toneladas de oro (Líen Shengyang, Money and Credit in China. Ed. Harvard University Press, 1952, p. 4 ).

Sin embargo, no es por azar que la revolución industrial se haya producido primero en Europa occidental y no en el seno de las civilizaciones antes citadas. Las causas de esto son señaladas por Marx en los Grundrisse, aun cuando no las elaboró completamente. Dichas causas están conectadas en las diferentes relaciones entre poder del Estado y la clase burguesa (en Europa la burguesía es, predominante, en tanto que el Estado es débil; en las otras culturas la burguesía es débil en tanto que el Estado es predominante), lo que implica en Europa un proceso continuo de acumulación de capitales, mientra que en otras culturas éste es discontinuo. En ûltimo analisis es este desarrollo diferente de la agricultura y de las relaciones diferentes entre las masas de tierra, agua y hombres lo que ha permitido en Europa la agricultura parcelaria con una gran descentralización del plus-produto social; en tanto que en las otras civilizaciones conducirán a la agricultura irrigada que exige una fuerte centralización del plusproducto. 13
13. Véase Grudrisse der Kritik der politilchen Oekonomie, pp. 377-382.

Pero no es necesario exagerar la desigualdad de la acumulación originaria del capital dinero dentro de las diversas civilizaciones. Conocemos por lo menos un caso, el del Japón, donde no obstante un retardo de varios siglos en la acumulación originaría de capitales, el salto de la acumulación del capital dinero a la acumulación originaria del capital industrial ha podido efectuarse sin discontinuidades. Este caso nos hace concluir que la misma transición podría haberse producido igualmente en otras civilizaciones si, a partir drl siglo XVI, no se hubiera producido bruscamente el proceso de concentración internacional del capital dinero.

La doble tragedia de los países subdesarrollados consiste en que no solamente ban sido víctimas de ese proceso internacional de concentración del capital dinero, sino que también han tenido que tratar de superar su atraso industrial, es decir de efectuar su acumulación primitiva de capital industrial, en un marco de un mercado mundial que ya estaba saturado de mercancias industriales occidentales. Dicho en otros términos: en tanto que el mercado mundial y la economía mundial han estimulado poderosamente la industrialización de occidente del siglo XVI al siglo XIX., particularmente por el flujo de los metales preciosos y de los tesoros hacia Europa occidental, en donde constituyeron una de las fuentes principales de la acumulación originaria de capital industrial, después de fines del siglo XIX, el mercado mundial y la economía mundial constituyen uno de los principales obstáculos para la industrialización del Tercer Mundo, en la medida, justamente, en que frenan la acumulación originaria del capital industrial.

 

III

Los recursos estaban disponibles para una acumulación originaria de capital industrial hacia fines de la Edad Media y principios de los tiempos modernos de la Europa Occidental, existían despuéss del siglo XIX en numerosos países del Tercer Mundo y en el siglo XX en casi la totalidad de esos países. La disolución lenta pero constante de las comunidades tribales y aldeanas por la penetración de la economía monetaria y comercial y la separación del suelo por los campesinos, sea expulsados por la fuerza, sea por el endeudamiento, sea por la presión excesiva de la población sobre la tierra, se puede constatar en todos los llamados países en vías de desarrollo. Los campesinos ricos los comerciantes, los usureros, los políticos corruptos, arrebatan a los campesinos todo lo que les pueden arrebatar. En estos países, la fuente esencial de la acumulación originaria fluye abundantemente; su resultado se precipita bajo la forma de la miseria campesina creciente, el hambre periódica o crónica, la considerable desocupación y un éxodo rural creciente que conduce a las execrecencias cancerosas de las metrópolis bajo la forma de herraduras de tugurios, favelas o slums (14).
14. En La nueva economía (ed. cit.) Evgueni Preobrazhensky había demostrado desde 1925, que después de la socialización de los grandes medios de producción, el cambio desigual entre la ciudad y el campo (entre el sector socialista de industria y el sector privado de la agricultura) constituiría la base principal de la «acumulación socialista originaria» en los países subdesarrollados. Hoy es necesario añadir que este proceso no debía ser acompañado por el empobrecimiento de los campesinos, sino de un ascenso en su nivel de vida, en la medida en que toda esta evolución estaba subordinada al crecimiento de la productividad del trabajo en la agricultura, crecimiento cuyos frutos deberían ser repartidos entre la ciudad y el campesino. Stalin, que emprendió la industrialización con retraso, sin embargo precipitó la colectivización integral de la agricultura antes la infraestructura técnica necesaria para la agricultura mecanizada. Destruyó así esas proporciones necesarias, provocó una miseria generalizada y una brusca calda de la productividad del trabajo en el campo, lo que impuso sacrificios inútiles a la población soviética durante casi tres décadas.

Si examinamos el ejemplo de la india, tenemos una demostración dramática de las transformaciones que hacen época en la historia de la acumulación originaria, «que sirven de punto de apoyo a la naciente clase capitalista, y sobre todo los momentos en que en grandes masas los hombres se ven despojados repentina y violentamente de sus medios de producción para ser lanzados al mercado de trabajo como proletarios libres, y privados de todo medio de vida. Sirve de base a todo este proceso la expropiación que priva de su tierra al produdor rural, al campesino».(15) El profesor Bonné ha calculado que la poblacion rural adulta de la India que no poseía tierras ha pasado de 7,5 millones en 1822 a 35 millones en 1933 y a 68 millones en 1944.(16) Las fuentes hindúes arrojan cifras diferentes pero que muestran la misma tendencia.
15. El Capítal. Ed. cit.. t, r, p. 609.
16. Prof. Alfred Bonn., Studies in Economic Development. Ed. Routledge&Kegar, Londres, 1957, p, 173.

Según una investigación realizada por el Ministerio del Trabajo, los trabajadores agrícolas que están obligados a vender su fuerza de trabajo, representaban, junto con su familia, el 13% de la población rural total en 1891 y el 36% en 1951.(17) El profesor Mahalanobis ha estimado que en el periodo comprendido entre 1950 y 1955 de 10 a 12 millones de hindúes estaban desocupados totalmente y entre 25 y 30 millones sólo trabajaban la mitad o las dos terceras partes del tiempo de trabajo normalmente disponible. (18) Además, la expropiación de los campesinos hindúes prosigue a un ritmo acrecentado, lo que se traduce en el hecho de que entre 1950-51y 1956-57, el porcentaje de las familias de los trabajadores agrícolas que no poseían tierra haya pasado del 50 al 75% y en el hecho de que la proporción de estas familias que estaba endeudada había pasado del 45 al 64%.(19)
17. Agricultural Labour Enquiry, Report on Intensive Survey of agricultural Labour. Delhi, 1955, vol. I, apéndice VII
18. Citado en Grigory Kutovsky, Agrarian Reforms in India. Ed, People’s Publishing House, Nueva Delhi, 1964, p. 164.
19. Agricultura Labour in India, editado por V.K.H. Rao, Asia Publishing House, Bombay, 1962, pp. 29, 52

En Europa occidental este proceso desembocó, por una parte, en la expul-sión de la tierra impuesta a los campesinos, en la miseria campesina, en la proletarización masiva del campesinado, pero, por otra parte condujo a la formación del capital industrial, a la aparición siempre creciente de empresas industriales. En los países subdesarrollados sólo la primera parte del proceso se ha realizado completamente; la segunda no se realiza sino de mera parcial y del todo insuficiente. En consecuencia es necesario exa-minar las causas por las cuales la acumulación originaria de capital dinero que crece rápidamente no conduce a una industrialización suficiente del Tercer Mundo. Este problema sólo se puede dilucidar examinando la estructura socioeconómica del Tercer Mundo en su conjunto y la forma específica de su integración dentro del mercado mundial capitalista.

Los países subdesarrollados fueron incluidos dentro del mercado mundial a iniciativa del capital occidental. En la mayor parte de los casos, dichos países no tenían ni la posibilidad (demanda local insuficiente), ni el interés (voluntad de evitar la competencia en relación a su propia industria metropolitana) de crear una industria manufacturera moderna. De cualquier modo, los países subdesarrollados tenían que producir mercancías para tin mercado esencialmente exterior. Por tanto es lógico que las inversiones que se efectuaran en esos países fueran fundamentatlmente complementarias de la industria capitalista occidental y centradas en la producción de materias primas, minerales o vegetales y víveres.

De esta manera se desarrolla dentro del marco del mercado mundial capitalista una división específica del trabajo que no tenía gran cosa que ver con las condiciones geográficas o climatológicas (corno a menudo se pretende), sino que correspondia en último análisis a las necesidades de la valorización del capital occidental en una etapa derminada de su desarrollo histórico (20) El sector «moderno» de los llamados países en vías de desarrollo fue limitado a las plantaciones, las minas y los pozos petrolíferos. Esto desembocó en el conocido fenómeno del «monocultivo» y de la «monoproducción», que hacen depender al Tercer Mundo de las fluctuaciones de precios en el mercado mundial y de los grandes trusts de materias primas que controlan sus riquezas nacionales. (21)
20. En la etapa actual, el interés de he, países imperialistas se ha modificado en la medida en que los monopolios que predominan en ellos están ante todo interesados en la exportación de bienes dd equipo, lo que implica la creación acelerada de una industria ligera en el Tercer Mundo
21. Hay una documentación muy rica sobre el particular. Véase simplemente a título de ejemplo: Stacy Mary y Galo Plaza, The United Fruit Cy in Latín America. National Planning Association, Washington, 1958.

Esta división internacional del trabajo implica, por una parte que una fuente importante de la acumulación originaria de capital industrial se agota en los países del Tercer Mundo, a saber una buena parte de la plusvalía producida en estos paises. Esta se realiza en el mercado mundial; o bien ya no vuelve a entrar del todo al país (cuando los trusts logran imponer las sutiles formas jurídicas de distribución de las ganancias entre las sociedades productoras y las sociedades de transporte y venta, todas filiales de las pri-meras) o bien la plusvalía sólo regresa provisionalmente para retornar en seguida al occidente bajo la forma de dividendos, porcentajes, intereses, honorarios bancarios, primas de seguros, etc. (22)
22. Entre 1950 y 1960, veinticinco mil millones de dólares de ingresos por inversiones extranjeras afluyeron hacia los Estados Unidos, mientras que la suma total de los capitales invertidos en el extranjero por los trusts de los EUA en este mismo periodo no llegó sino a 20 mil millones de dólares. (Hanza Alavi: «Imperialisrn old and now», Socialist Register, 1964, p, 111.) En el Medio Oriente, las salidas netas de intereses y de dividendos se elevaron en 1960 al 22.7% del total de los recursos en divisas. (Pierre Jalée, Le pillage du Tiers Monde. Ed. Maspero, París, 1967, p. 82. ) En la India el servicio de la deuda extranjera absorbe desde 1960 el 20% dei producto en divisas de las exportaciones y este porcentaje se elevará al 28% al fin del cuarto plan quinquenal.

Por otra parte, implica una estructura del comercio mundial fundada en el intercambio desigual, según modelo que Marx ha analizado de manera clásica en el tomo III de El Capital: «Los capitales invertidos en el comercio exterior pueden arrojar una cuota más alta de ganancia, en primer lugar porque aquí se compite con mercancías que otros países producen con menos facilidades, lo que permite al país más adelantado vender sus mercancías por encima de su valor, aunque más baratas que los países competidores… El país favorecido obtiene en el intercambio una cantidad mayor de trabajo que la entrega, aunque la diferencia, el superávit, se lo embolse que una determinada clase, como ocurre con el intercambio entre capital y trabajo en general…» (23)
23. El Capital. Ed. cit., t. III, pp. 237-38.

El análisis contemporáneo de los efectos desastrosos que la evolución desfavorable de los términos de intercambio ha tenido para los países subdesarrollados aporta una confirmación empírica a este diagnóstico teórico. Porque, ¿qué otra cosa significa este deterioro de los términos de intercambio si no es que, desde el punto de vista del Tercer Mundo, debe exportarse cada vez más trabajo cristalizado en sus productos para que se pueda importar la misma cantidad de antes de trabajo cristalizado de los países indus-trialmente avanzados? El comercio internacional entre naciones con niveles de desarrollo industrial diferentes, se funda, por tanto, como en la época de Marx, en el intercambio desigual de valores desiguales, lo cual desemboca en el hecho de que las naciones industrializadas se apropian una parte de la plusvalía producida en los países pobres. (24)
24. Decirnos «naciones industrializadas» y no «países capitalistas», porque los países con medios de producción socializados practican el mismo intercambio desigual, cuando hacen su comercio con el Tercer Mundo sobre la base de «los precios del mercado mundial».

Antes de que el propietario del capital dinero apareciera sobre la escena del Tercer Mundo, ya una parte importante de los fondos de acumulación potencial se había desviado hacia el extranjero, perdiéndose para la acumulación originaria del capital industrial. Es necesario volver a insistir en el hecho de que esta pérdida es muy superior al conjunto de los capitales que se ha otorgado bajo la forma de «ayuda a los países subdesarrollados» —que en realidad es una ayuda a la exportación de equipos de los países imperialistas, así como una política de seguridad en contra de revoluciones sociales. Las cifras a este respecto son elocuentes. (25)
25. Nada más durante el periodo de 1950-1960, la parte de los países llamados en «vía de desarrollo» que les correspondía en el comercio mundial descendió del 30 al 20.4%, esencialmente debido a la evolución negativa de los términos del intercambio (United Nations Department of Economic and Social Affairs, World Economic Survey 1962, I The developing countries in world Trade, pp. 2-3). En 1962, los precios de las materias primas eran inferiores en 34% a los de 1954, lo que implica una pérdida de 11 mil millones de dólares para los países del Tercer Mundo. Compárese con los 8 mil millones que han recibido bajo la forma de «ayuda» durante el mismo periodo.

A pesar de que una parte de esta ayuda a los países subdesarrollados se cristaliza bajo la forma de nuevas industrias manufactureras esto no puede considerarse sino corno un subproducto de la política general, subproducto que, por otra parte, provoca cada vez mayores criticas en los medios financieros occidentales.(26)
26. En la revista cubana Teoría y Práctica (n. 34-35, marzo-abril de 1967), Javier de Varona explica este deterioro de los términos del intercambio, a expensas de los países semicoloniales, por el movimiento internacional de capitales que desarrollan la producción de una misma materia prima en un número creciente de países, a fuerza y a medida que la composición orgánica de capital tiende a aumentar en el país en que la producción de una materia prima fue inicialmente desarrollada («La crisis permanente de la economía cubana y el movimiento del capital imperialista en los países atrasados, pp. 103-105). Así se crea una situación de sobreproducción casi permanente de materias primas que hace bajar los precios.

Pero he aquí que apareció en la escena de los países del Tercer Mundo el propietario del capital dinero. Ya sabemos que la acumulación originaria de capital dinero se prosigue sin cesar. Una parte del capital se pierde para la economía nacional, pero lo que subsiste sería suficiente para financiar un proceso de industrialización acelerada. Pero si esta industrialización no se produce, es debido a que en las condiciones socioeconómicas dadas, los propietarios autóctonos del capital dinero no tienen interés de convertirlo en capital industrial.

Para comprender tal estado de cosas basta comparar dos series de riesgos de utilidades potenciales: los de la inversión industrial y los otros campos de inversión de capitales en otros campos de los países subdesarrollados.

Los principales obstáculos para el desarrollo acelerado de una industria manufacturera privada son: la gran pobreza del país; la estrechez del mer-cado interior debido a los bajos salarios y la supervivencia de un amplio sector de economía natural; la competencia de los productos industriales de los países desarrollados que fabrican productos de superior calidad a precios más bajos; la ausencia de una red de medios de comunicación y transporte modernos que unan al campo con los centros industriales, etc. En estas con-diciones, la creación de industrias manufactureras no sólo implica riesgos, sino que además resulta imposible sin la ayuda del Estado. (27)
27. Una situación análoga existía en occidente en la época de las grandes manufacturas. Pero la diferencia fundamental reside en que en esta época la indus-tria occidental no se vio confrontada con un mercado mundial ya saturado de productos industriales.

Pero existen además las esferas de inversión de capitales que reditúan mucho más y con menores riesgos. Esto se aplica en primer lugar a la compra de tierras y a la especulación inmobiliaria. La enorme presión de la sobrepoblación y la subocupación en el campo conducen a un alza constante en las rentas. El éxodo rural y el crecimiento de las grandes ciudades implica también un alza constante de los precios de los terrenos urbanos para construir. Los inicios de la preducción agrícola capitalista mecanizada reditúan igualmente elevadas ganancias. Todo esto significa que un propietario de capitales obtendrá ganancias más elevadas comprando terrenos que estableciendo fábricas y con riesgos mucho menores. (28)
28 Incluso en un país como Grecia, el 80% de las inversiones efectuadas en 1966 lo fueron al margen de la industria y la agricultura

Posibilidades análogas existen para el capitalista en los negocios de importaciones y exportaciones, en los prestamos con prenda en garantía y en la creación de bancos, para no hablar del mercado negro, del fraude, portaciones y el contrabando y otros negocios turbios de la «lumpenburguesía», tan influnyente en los países del Tercer Mundo. Es cierto que los riesgos que se ye corren aquí son superiores a los de la especulación de terrenos, pero el rendimiento es extremadamente elevado y permite un rápido tránsito a los negocios «legítimos». Sin duda semejantes condiciones han existido también en Europa occidental en la época de la acumulación originaria del capital industrial; y han existido más diáfanamente en Europa central y oriental, y en la zona del Mediterráneo en el siglo xrx y principios del siglo XX. Pero, por lo menos en Europa occidental, el contexto socioeconómico del conjunto ha favorecido la transformación de la «lumpenburguesía» en burguesía industrial. Pero actualmente esto actúa en sentido inverso en el Tercer Mundo.
La diferencia entre la concepción de Marx y la de Schumpeter en relación con la industrialización capitalista aparece aquí claramente. Ambos ponen el acento en el papel de las inversiones productivas, tanto al hacer el análisis del crecimiento económico en su conjunto, como en el análisis del ciclo industrial. Por esta razón es que ambos colocan al capital en el centro de este análisis. Pero al extrapolar el factor «innovación» y al elevarlo al nivel de motor central del desarrollo económico, Schumpeter (29) aísla un aspecto de la actividad del empresario capitalista del contexto del conjunto de la acumulación de capital, y de esta manera arriesga que toda su argumentación caiga por la pendiente de la pretendida «psicología de los pueblos».
29 Joseph A. Schumpeter: Teoría del desenvolvimiento económico. Ed. Fondo de Cultura Económica, México, 1957, pp. 68-104. agricultura

Muchos estudios y ensayos ha sirscitado la cuestión de saber si tal o cual a manifestar una gran iniciativa empresarial, hecho que explicaría su nación tiene mayor o menor «disposición» mayor o menor atraso en la industrialización. El ejemplo de China es el que mejor indica los resultados, al menos para los curiosos a quienes llegan semejantes estudios. Se trata de un pueblo que, después de siglos, literalmente introdujo desde el exterior el gran comercio (incluido el comercio de dinero) en numerosos países de Asia oriental; cuyo ardor por el trabajo y los talentos técnicos, se habían hecho en ese país proverbiales; cuya iniciativa industrial es la base de los grandes éxitos manufactureros en Hong Kong y las islas Hawai … y que no obstante ello no había podido entrar por el sendero de la industriali-zación acelerada antes de la revolución de 1949. Tratar de explicar este atraso por la «falta de espíritu de empresa» o la falta de «inclinación a las innovaciones» es obviamente absurdo. El atraso de la industrialización del Tercer Mundo sólo puede explicarse por un análisis de conjunto del contexto socioeconómico que favorece la acumulación originaria de capital dinero sin favorecer la acumulación originaria de capital industrial.

 

IV

En la teoría económica contemporánea, el problema de la acumulación originaria del capital aparece en el capítulo que trata del crecimiento económico de los llamados países «en vías de desarrollo», bajo la forma de un teorema: el «círculo vicioso de la pobreza». Se dice que el ingreso per capita tan bajo de estos países sólo permite una muy pequeña tasa de ahorro, lo que conduce a una baja actividad de las inversiones, y lo cual sólo permite un aumento insignificante del ingreso per capita. He aquí la razón por la cual dichos países tendrán tantas dificultades para salir de su pobreza. (30)
30 W. W. Rostow, Las etapas del crecimiento económico. Ed. Fondo de Cultura Económica, México, 1961. Rostow define incluso el «take-off» corno el aumento de la tasa de inversión del 5 al 10% del ingreso nacional.

Paul A. Baran es el que ha llevado la ofensiva en contra de este teorema una vez que Ragnar Nurkse lo puso en cuestión. Porque Nurkse había demostrado que la gran pobreza de los países subdesarrollados se explicaba esencialmente por su gran subocupación —cuantitativa y cualitativa. (31) Así, descubrió una de las cuestiones claves para una estrategia eficaz del crecimiento económico acelerado. Baran hizo otro descubrimiento tan importante como el de Nurkse al constatar que el «excedente económico» —nosotros preferimos el uso del concepto marxista de «plusproducto social»—en los países del Tercer Mundo representa en la mayoría de los casos una fracción superior y no inferior de excedente de los países industrializados. (32)
31 Ragnar Nurkse, Problemas de formación de capital en los países insuficiente-mente desarrollados. Ed. Fondo de Cultura Económica, México, 1967, pp. 41-56.
32 Paul A. Baran, La economía política del crecimiento, ed. cit., p. 191.

Por tanto, la verdadera dificultad para la industrialización de los llamados países en vías de desarrollo no reside en la falta de recursos –o en otras palabras: en la falta de capital dinero—, sino en el conjunto de las condiciones socioeconómicas que obstaculizan la movilización e inversión productivas del plusproducto social existente en la industria.

Es fácil integrar las tesis de Nurkse y Baran en la teoría marxista de la acumulación originaria de capital. La acumulación originaria dinero sóló se transforma en acumulación originaria de capital industrial cuando la desintegración de la economía natural en el campo, la generalización de la producción de mercancías, el poder político de la clase burguesa, el papel del Estado en tanto que instrumento de defensa de los intereses de esta clase contra los competidores extranjeros (actualmente, ante todo, contra los países ya industrializados) crean un complejo socioeconómico que favorece la industrialización. Cuando no existe este complejo, la variante más probable es el derramamiento de los capitales dinero en diversos canales laterales, esencialmente no productivos. La posibilidad de la industrialización existe; hay recursos disponibles. Pero no existe la clase social que, dentro del cuadro del orden social existente, disponga del suficiente interés y poder para que pueda abrirse paso en este punto de-cisivo. Cuando este orden social es transformado y el poder político lo conquista la clase obrera apoyada por el campesinado pobre y la intelligentsia urbana, este poder es capaz de movilizar y centralizar la mano de obra existente (en parte subocupada) y el plusproducto social existente (en parte despilfarrado), lo que permite acelerar la industrialización. Las condiciones económicas que sirven de punto de partida no han cambiado, lo único que se ha modificado es el contexto social. Esto confirma que el obstáculo principal para la industrialización no reside ni en el carácter atrasado de la economía, ni en la pobreza del país sino en su estructura social.

El análisis de Rostow acerca de las condiciones necesarias para el «despegue» industrial toma en consideración parte de estos factores pero subes-tima otros y llega a una conclusión que es en definitiva inadebada: es necesario concentrarse, por lo menos durante una primera fase, en «aquellos que desean modernizar la economía». (33)
33 W. W. Rostow, op. cit., p. 58. Véase también W. Arthur Lewis. Teoría del crecimiento económico. Ed. Fondo de Cultura Económica, México, 1962, que explica la revolución industrial fundamentalmente debido a «un brusco aumento de la posibilidad de ganar dinero». Lewis comenta el error de identificar la acumulación de capital industrial con la acumulación de capital dinero. ¿ Qué sucedería entonces si el «brusco aumento de la posibilidad de ganar dinero» se manifiesta precisamente fuera del sector industrial?

Esta conclusión no da respuesta a la pregunta principal, la de saber si las ganancias de los «modernizadores» serán invertidas esencialmente en la industria o en la construcción de edificios residenciales u hoteles, (34) en el establecimiento de firmas importadoras, en la compra de bienes territoriales o si tratarán de ir como depósitos a los bancos suizos, dadas las condiciones sociales predominantes y la actual relación con el mercado mundial capitalista.
34. En Beirut hay numerosos edificios y hoteles, que en parte están vacíos, en los cuales los árabes feudales han invertido sus capitales con el fin de obtener «seguridad». Este género de inversiones no producirá grandes empresas industriales.

Rostow reprocha a Marx su «parcialidad» en su juicio sobre los hombres; Marx habría concebido al hombre, gobernado exclusivamente por la razón e inclinado hacia la maximización de la ganancia. La teoría de Rostow reconoce, por el contrario, que el hombre está ávido de poder, de confort, de aventura, de continuidad en la existencia y de seguridad. (35) Pero este reproche está basado en una confusión sorprendente. Marx nunca tuvo la intención de formular «verdades» antropológicas acerca de la «sed de ganancias» del hombre en general. A él le bastaba con constatar que en la sociedad burguesa —lo que no había ni deseado ni aprobado—, la economía monetaria y mercantil generalizadas desembocaban en la búsqueda desenfrenada de bienes materiales y riquezas, lo cual es verdad ante todo respecto a los propietarios de capitales. Éstos se ven obligados, si quieren evitar el peligro de verse barridos por la competencia, a someterse al imperativo de «¡acumulad, acumulad!»
35. W. W. Rostow, op. cit., p. 149.

Este análisis de la sociedad burguesa, que Marx condenaba precisamente por los efectos inhumanos y enajenadores de esta búsqueda general y sin escrúpulos de enriquecimiento individual, corresponde a la imagen de la sociedad de los siglos XIX y XX, tal como lo han descrito historiadores, sociólogos y novelistas. Parece que Rostow no comprende que para la clase burguesa en su conjunto, si no para cada uno de sus miembros, «poder, confort, aventuras, continuidad en la existencia y seguridad» se derivan esencialmente, si no es que exclusivamente, de la acumulación de capital y de la consolidación de fortunas privadas.
Indudablemente que existen otros senderos para llegar a la industria moderna: Rusia y China lo han demostrado. Es posible que existan senderos desconocidos que serán abiertos por algunos países subdesarrollados. Pero una cosa es cierta: en una sociedad dominada por clases sociales cuyo poder está en función de la propiedad privada de los medios de y de la acumulación de fortunas privadas, la industrialización no será posible hasta que la situación socioeconómica en su conjunto pueda crear en estas clases un interés mayor para emprender el desarrollo ‘industrial.

Marx ha esbozado de la manera siguiente el contexto del conjunto necsario para que la acumulación de capital dinero se transforme en acumulación de capital industrial: «Primitivamente, el comercio fue la premisa para la transformación de la industria gremial y rural doméstica y de la agricultura feudal en la explotación capitalista. Es el comercio el que hace que el producto se convierta en mercancía, en parte creándole un mercado y en parte introduciendo nuevos equivalentes de mercancías v haciendo afluir a la producción nuevas materias primas y materias auxilia-res y abriendo con ello ramas de producción basadas de antemano en el comercio, tanto en la producción para el mercado interior y el mercado mundial como en las condiciones de producción derivadas de éste. (36)
36. El Capital. Ed. cit., t. m, pp. 324-25.

Cuando el proceso descrito en la última frase no se produce —entre otras cosas por la competencia de mercancías extranjeras y los límites demasiado estrechos del mercado interior—, o sólo se produce de manera insuficiente, el proceso de acumulación se paraliza en la industria, o sólo se efectúa un ritmo tal que no puede hablarse de industrialización acelerada. Si la, clases dominantes se encuentran con un obstáculo mayor y si al mismo tiempo cuentan con numerosas salidas fuera de la industria.(37) la «modernización» de la economía y la demolición social semifeudal o comunitaria tribal desemboca en una acumulación acrecentada de capital dinero, pero no en una acumulación originaria de capital industrial. Muchos pueblos y más de mil millones de seres humanos resienten actualmente de manera angustiosa la diferencia entre estos dos procesos. La teoría económica de Marx ya había definido esto hace más de un siglo.
37. Paul Bairoch (Revolución industrial y subdesarrollo. Ed. Siglo XXI, México, 1967) ha consagrado varias obras al tema de que el crecimiento rápido de la productividad agrícola, es decir «una verdadera revolución agrícola». debe pre-ceder a la revolución industrial propiamente dicha, como lo ha hecho en occi-dente. (Véase entre otros Diagnostic de l’évolution économique du Tiers Monde 1900-1960, Gauthier-Villards Editeurs, París. 1967.) Esto corresponde, sin duda. a la opinión de Marx expresada en forma análoga en El Capital (I, pp. 710-711). Bairoch ve la debilidad principal de la economía del Tercer Mundo en el hecho de que la productividad media de la agricultura no es más que del 50% de lo que fue en occidente en la víspera de la revolución industrial. (Op cit. p. 70). Si esto se confirma, y agrega una razón suplementaria por la cual los capitales afluyen en estos países más bien hacía la agricultura que hacia la industria, cuadra perfectamente con nuestra argumentación. Es claro que tales inversiones en la agricultura suprimen, muchos empleos más de los que producen de nuevo, acrecentando así la miseria del Tercer Mundo. Después de la realización de la reforma agraria del Partido del Congreso, el ingreso real del obrero agrícola ha bajado de manera absoluta. En especial porque la reforma ha dado la oportunidad a los campesinos ricos de pasar a la agricultura moderna. La «nueva estrategia» decidida por el gobierno hindú en materia de producción de víveres después de la hambruna de 1966, está también centrada sobre una agricultura intensiva, que es practicada por el campesinado rico, y por el mismo hecho corre el riesgo de incre-mentar la miseria popular en lugar de atenuarla.

 

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Afluencia privada e Indigencia pública

“La explicación de este problema debe comprenderse claramente, y para ello es muy importante no concebir tal problema como un ejemplo de la política errónea de los administradores públicos o de los políticos capitalistas, sino como una expresión de las tendencias básicas del sistema capitalista. Una de las principales tendencias del capitalismo europeo, durante los últimos 25 o 30 años ha sido la creciente socialización de todos los costos indirectos de producción. Eso constituye una contribución muy directa para que se realicen las ganancias privadas y la acumulación de capital. Los capitalistas ya NO se conforman para que el Estado page los cables de la electricidad y los caminos, sino que también quieren que sufrague los gastos de investigación, desarrollo, educación y seguridad social. Pero una vez que la tendencia hacia la socialización de los costos indirectos de producción se han puesto en marcha, es obvio que las corporaciones no aceptarán mayores impuestos para financiarlas. Porque si las corporaciones pagaran los impuestos necesarios para cubrir todos estos costos no habría ninguna “socialización”. En todo caso continuarían pagándolos de manera privada, pero en lugar de hacerlo directamente lo harían indirectamente a través de sus impuestos (y pagarían la administración de estos pagos también). Pero en lugar de aligerar la carga semejante solución la agravaría. De manera que existe una inevitable resistencia institucionalizada por parte de las corporaciones y de la clase capitalista frente al aumento de impuestos al nivel que sería necesario para hacer posible servicios públicos capaces de satisfacer las necesidades de la población en su conjunto… Es por esta razón que la brecha entre los salarios de los empleados públicos y los salarios de los trabajadores al servicio de la iniciativa privada se mantiene y que la tendencia a la radicalización de los empleados públicos continuó, a través de una mayor sindicalización e incluso a través de una radicalización política.

Una economía regida por la ley del valor es una economía en la cual la producción, y por tanto la inversión, está guiada por la demanda efectiva. Lo que aquí opera fundamentalmente no es tanto la diferencia en la intensidad de las diferentes necesidades de los diferentes individuos; lo que es decisivo es la diferencia en los ingresos. Así la producción está encaminada a satisfacer las necesidades de los estratos privilegiados. La producción de artículos suntuarios es estimulada antes que las necesidades elementales de las masas sean resueltas. Las rentas de las viviendas modernas están sujetas a la “ley del mercado”, de manera que sólo son accesibles a los estratos de más altos ingresos. Dado que es “incosteable” conforme a las leyes del mercado que operan al nivel de la empresa aislada, el consumo social (educación, salubridad, ciertos servicios públicos) es sistemáticamente sacrificado en aras del consumo individual más altamente “redituable“. Porque el consumo individual en la forma de mercancías es producido para ser vendido con una ganancia. Es obvio que una economía gobernada en este sentido se aleja del socialismo más que se acerca a él, incluso en el caso de que esto hiciera posible un incremento en la tasa de crecimiento económico. La lógica de una evolución semejante implica que las decisiones sobre las inversiones se hagan cada vez en mayor medida al nivel de la empresa individual. Una producción que se rige por las leyes del mercado y que está acompañada por una descentralización en la inversión reproduce progresivamente las fluctuaciones económicas características de la economía capitalista, con fases de sobreinversión seguidas por fases de subinversión, desocupación periódica, sobreproducción, etc”.

Fifty years of World Revolution 1917-1967. Ed. Merit Publishers, Nueva York 1968

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Cuando el artista a DESAPARECIDO EN COMBATE

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Crisis revolucionaria

Es necesario que coincidan el ascenso impetuoso del movimiento de masas y la incapacidad, de hecho, de gobernar de la clase dominante.

Sólo hay crisis revolucionaria cuando la burguesía pierde esta capacidad de iniciativa y de autoridad política.

Utilizado la vieja y brillante formula de Lenin: «cuando los de abajo no quieren ser gobernados, y cuando los de arriba no pueden ya gobernar como antes»

PRIMERO descomposición muy acusada del sector «aparato de represión» del aparato del Estado. Este es un factor decisivo, por la ausencia de autoridad y de iniciativas de la burguesía. Puede ser consecuencia de una guerra o de un golpe de Estado parcialmente fallado, como en el caso de España, haciendo estallar al ejército en un parte importante del territorio, puede ser también el resultado directo de una huelga general, de un levantamiento obrero de tal potencia, en el terreno moral y político que, descomponga políticamente al ejército del interior. (Alemania 1920)

SEGUNDO, el corolario del primer factor positivo, es decir, la generalización, o al menos una extensión suficientemente amplia, de los órganos de poder obrero y popular, es decir una situación de doble poder que conduce al mismo resultado. Si hay suficientes consejos obreros y consejos populares con los que se identifiquen una parte suficiente de los servicios públicos, se da manifiestamente una parálisis total del aparato del Estado burgués si estos ya no siguen las ordenes impuestas desde arriba.

TERCERO, tocamos aquí lo que más nos interesa de la crisis que asciende, porque ha sido el aspecto menos estudiado hasta el presente: es la dimensión político-ideológica del fenómeno. Es necesario que exista una crisis de legitimidad de las instituciones del Estado, a los ojos de la gran mayoría de la clases laboriosas, es necesario que exista una identificación de esta mayoría con otra legitimidad, una nueva legitimidad que asciende, sin la cual el carácter revolucionario de la crisis es poco probable. No digo que esté excluido –porque hace falta tener en cuenta, y el desarrollo desigual de la conciencia de clase, que no excluye combinaciones extrañas y sorprendentes– pero usamos el término «legitimidad» en su sentido más general pues parece evidente que la presencia de un gobierno salido del sufragio universal, de un sufragio universal que puede incluso reflejar la mayoría de tres años atrás, incluso de hace seis meses, en el cual las masas ya no se reconocen, no basta para crear una crisis revolucionaria. Sería una crisis gubernamental, ministerial, en el peor de los casos una crisis de régimen político, pero no sería aún una crisis revolucionaria.

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Características del neocapitalismo

 

1.- El acelerado ritmo de innovación tecnológica y la reducción del periodo de vida útil del capital fijo, imponen cálculos preciso de depreciación y obsolescencia, y generalmente una planificación alargo plazo de los gastos cada vez más precisa. Esto ha sido posible gracias al rápido progreso de las técnicas de computación y su aplicación a los cálculos económicos.

2.- La tercera revolución industrial, al igual que las dos anteriores, implica un enorme incremento en el volumen de la producción industrial, y existe una nueva y aguda contradicción entre las capacidades productivas, aparentemente ilimitadas, y los límites de la demanda efectiva del «mercado». Las crecientes dificultades para la realización de la plusvalía conducen a un constante incremento de los costos de venta y al desarrollo de la mercadotecnia, y a los cálculos de la elasticidad de la demanda, unidos a las –hasta cierto punto– extravagantes sofisticaciones de la publicidad.

3.- La necesidad de evitar a toda costa que se repita una recesión como la de 1929 se convirtió en un problema de vida o muerte para el capitalismo bajo las condiciones de guerra fría y de ascenso de las fuerza anti-capitalistas a escala mundial. Las técnicas de las políticas anti-cíclicas y de redistribución del poder de compra de cada estado individual se desarrollaron a una escala cada vez más amplia. Desde entonces el Estado garantiza directa o indirectamente las ganancias privadas mediante métodos que van desde la concesión de subsidios hasta la «nacionalización de las pérdidas. Es cierto el fin de la guerra fría, la caída de la URSS y el reflujo de la revolución socialista mundial ha disminuido relativamente los peligros de un gran «krach», no obstante este cambio de tendencia del capitalismo, una vez iniciado, no tiene vuelta atrás. La concentración y centralización de capitales ha exacerbado la competencia entre las grandes potencias imperialistas, el riesgo a un colapso del sistema monetario internacional, después de décadas de políticas inflacionarias y estipulación de la demanda amenaza el sistema en su conjunto. Todo esto se convierte en una de las características más notables del capitalismo contemporáneo.

4.- La combinación de todos estos factores ha conducido gradualmente a introducción de técnicas de «planeación» en la economía capitalista, la cual, fundamentalmente, no es sino previsiones integradas de la demanda y la producción, realizadas por las asociaciones patronales (basadas en proyecciones al futuro de las tendencia actuales, corregidas por burdos cálculos de la elasticidad de demanda), y que sirven para «racionalizar» en cierta manera las inversiones de capital.

Aunque la mayor parte de los «planes» implican algunos errores de consideración en las previsiones, y de ninguna manera han hecho posible evitar la aparición de una excesiva capacidad instalada en amplia escala, sería erróneo negar su utilidad desde el punto de vista de los grandes monopolios. Las instituciones supranacionales europeas, así como otros consejos y oficinas nacionales y supranacionales de sabios, efectivamente ayudan a los patrones a decidir sobre la inversión con bases más complejas que los viejos métodos. Generalmente, esta ayuda es apreciada y, cuando no lo es, ello se debe más a desviaciones políticas y al fanatismo, que a cualquier temor de que esta forma de programación pueda minar la libre empresa y al capitalismo en general.

Pero si efectivamente el éxito del neocapitalismo es muy brillante, considerados los resultados obtenidos, exceptuando algunos años de crisis profunda, durante las últimas décadas, sus contradicciones internas –que se han ido superponiendo, por así decirlo, a las contradicciones generales del modo de producción capitalista, de ninguna manera eliminadas— también están saliendo a la luz.

En primer lugar, en la medida en que el neocapitalismo genera una tasa de crecimiento más elevada para que sea posible una amortización más rápida del capital fijo, también tiende a reducir el ejército de reserva del trabajo e incluso a conducir a una ocupación plena (que, naturalmente, los patrones llamarán exceso de ocupación). Por este conducto se destruye uno de los mecanismos básicos que hacen funcionar al capitalismo. Por primera vez no existe una desocupación en amplia escala, no existe en el sistema económico un factor institucional interno que pueda prevenir que los sindicatos exploten las condiciones favorables del mercado para ganar salarios más altos. Los crecientes ritmos de aumento de salarios, por supuesto, entran en conflicto con la necesidad de una tasa de ganancia más elevada para financiar los enormes desembolsos de capital que se encuentran en las bases mismas de la política de crecimiento del neocapitalismo.

Aparece, en consecuencia, una contradicción creciente entre las necesidades de programar del neocapitalismo y la libertad sindical para negociar salarios más latos. Los capitalistas tratan de resolver esta contradicción de dos maneras: una de carácter económico y otra de carácter sociopolítico (o bien una combinación de ambas).

La solución económica implica un cambio en la naturaleza de la inversión que pone fin a la inversión «extensiva» u horizontal (es decir la creación de nuevas plantas y empresas) y se concentra en inversiones «intensivas» o verticales, es decir, en medios que reducen la utilización de la fuerza de trabajo. Esto explica el desarrollo masivo de la automatización cuyo fin es reconstituir el ejército de reserva del trabajo que tenderá a producirse cuando el crecimiento en la productividad supere el crecimiento anual de la producción. Ésta es la fuerza económica que ayuda a hacer permanente la innovación tecnológica en la pasada onda de larga duración del ciclo Kondratiev.

En Estados Unidos, esta solución económica se aplicó con éxito en la década de los 60′ y 70′, con el resultado de un firme crecimiento en el volumen de la desocupación estructural. Incluso durante los periodos de rápido crecimiento permaneció la gran masa de desocupados.

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La canalización creciente de capitales a sectores no productivos fruto de la insuficiencia de los mercados

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EL INCREMENTO DE LA CAPACIDAD PRODUCTIVA INSTALADA INUTILIZADA Mementō mori DEL CAPITALISMO

Desde principios de la década de 60′ (ya antes con Oscar Lange) varias corrientes económicas tanto desde el campo marxista como burgués han venido «cocinando» un suflé al mezclar Keynes con Marx al definir de una manera poco rigurosa la categoría de «excedente económico» como «la diferencia entre lo que la sociedad produce y los costos de dicha producción». Si se utilizara esta definición en sentido literal podría pensarse que el problema que ellos llaman «la absorción del excedente» es simplemente el viejo problema de la «realización de plusvalía»

Pero estos autores no se ciñen de manera consistente a esa definición. Es obvio que los costos de depreciación- excepción hecha de los cargos excesivos para ocular ganancias, es decir, plusvalía- no forma parte de la plusvalía sino de la reproducción del capital constante. De la misma manera, tomar…

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La canalización creciente de capitales a sectores no productivos fruto de la insuficiencia de los mercados

EL INCREMENTO DE LA CAPACIDAD PRODUCTIVA INSTALADA INUTILIZADA Mementō mori DEL CAPITALISMO

Desde principios de la década de 60′ (ya antes con Oscar Lange) varias corrientes económicas tanto desde el campo marxista como burgués han venido «cocinando» un suflé al mezclar Keynes con Marx al definir de una manera poco rigurosa la categoría de «excedente económico» como «la diferencia entre lo que la sociedad produce y los costos de dicha producción». Si se utilizara esta definición en sentido literal podría pensarse que el problema que ellos llaman «la absorción del excedente» es simplemente el viejo problema de la «realización de plusvalía»

Pero estos autores no se ciñen de manera consistente a esa definición. Es obvio que los costos de depreciación- excepción hecha de los cargos excesivos para ocular ganancias, es decir, plusvalía- no forma parte de la plusvalía sino de la reproducción del capital constante. De la misma manera, tomar los costos de venta en bloque como parte del excedente es indicar que esa noción implica algo más que plusvalía. Evidentemente, la parte de los costos de venta que simplemente corresponde a la reproducción del capital invertido en el sector de servicios, forma parte del capital social. De manera que se tiene la impresión de que dicha escuela oficial ha mezclado el capital excedente y el producto excedente y que necesitarían por lo menos aislar estas dos categorías antes de que pudieran comprobar convincentemente que el «excedente» (y por lo tanto la tasa de ganancia) han aumentado constantemente desde 1929.

No se trata de simple sutilezas semánticas. En una economía de mercado sólo se puede disponer del «producto excedente» a través del intercambio; éste reviste la forma física de mercancías para las cuales no existen consumidores. El «capital excedente», por el contrario, es el poder de compra potencia que, por el momento, no encuentra qué comprar». Se ve entonces la inconsistencia lógica de sumar e producto excedente y el capital excedente, cuanto en realidad, sería más pertinente hacer una sustracción.**

El verdadero problema tiene dos aspectos: invertir el capital excedente de tal manera que no se reduzca aún más el mercado para los monopolios existentes que ya operan por debajo de su capacidad total instalada debido a la insuficiencia de los mercados, asegurar un nivel constante de la capacidad utilizada para las industrias existentes a pesar de que las leyes del capital tienden a deprimir este nivel de utilización.

La respuesta al primer problema ha consistido hasta ahora en el stablishment militar, las industrias de servicios y la exportación de capital.

La respuesta al segundo problema ha sido esencialmente el crédito, es decir, una colosal estructura de deuda pública y privada y una constante inflación (incidentalmente, el problema de transferir los gastos del Estado en bienestar social y, en general, del presupuesto como fuente de ingreso para realizar la plusvalía sin reducir de inmediato ni los salarios ni los beneficios:

La incógnita acerca de la viabilidad a largo plazo del sistema económico sólo puede despejarse si se examinan los problemas que se plantean en ambos casos: la absorción del capital excedente y la absorción del producto excelente. Y precisamente en esto reside la debilidad fundamental del análisis que nos ofrecen las escuelas oficiales de la economía. Al mezclar en su categoría de «excedente económico» el capital excedente y el producto excedente, y por tanto no ser capaces de distinguir entre los problemas de la absorción del capital excedente y los problemas del exceso de merecías en disposición, pasan inadvertidas las principales contradicciones que minan económicamente el sistema.

Por una parte, las corporaciones de los EEUU y UE sólo podrían tener garantizado un mercado creciente paras sus productos si se supone la existencia de un control total sobre la innovación tecnológica y una desaparición total de la competencia de precios. Es obvio que a pesar de la creciente canalización de capitales productivos hacia sectores no productivos (considerando dentro de este contexto la producción militar como no productivo), existe una clara amenaza de una tasa decreciente de la utilización de la capacidad productiva, de un ritmo de crecimiento en la productividad superior al ritmo de crecimiento de la producción y, por tanto, de una desocupación creciente La «explosión de la automatización» no puede contenerse dentro del marco de una sociedad estancada pero satisfecha. Esta sociedad plantea problemas que el capitalismo monopolista no puede resolver dentro del marco de un su modus operandi económico. (Naturalmente un manera de hacerlo sería a través de la multiplicación de las guerras imperialistas, y, en efecto, existe una correlación entre la escalada de la agresión imperialista y las dificultades de la economía imperialista, economía que es incapaz de absorber millones de desocupados incluso después de varios periodos, sin precedentes, de décadas más o menos consecutivas de prosperidad.

Por otra parte, la solución temporal del problema de la sobreproducción sólo ha sido posible a través del establecimiento de la estructura de una deuda colosal y de una constante inflación. Este proceso tenderá eventualmente a desorganizar toda economía capitalista -en mayor o menor periodo de tiempo en función de que los EUA o UE se vieran asilados del mundo exterior.

Pero, naturalmente, no han nada de esto. La inflación en el interior de los Estados Unidos y la Unión Europea –como sostén necesario en contra de las graves crisis recurrentes de sobreproducción– tiene consecuencias a escala mundial, consecuencias de las cuales la clase capitalista y sus economistas son conscientes. La contradicción ente el dólar y el euro como instrumento para las políticas antirrecesionistas en el mercado de los EUA y UE y ambas monedas como medio de pago del mercado mundial, se acerca claramente a un punto explosivo; y la grave crisis monetaria internacional que estaba en gestación –y que de momento han podido capear—está desplegando sus terribles consecuencia en la economía en estos países.

En consecuencia, no podemos aceptar la conclusión de muchos autores en el sentido de que no existen fuerzas internas, dentro de la economía del capitalismo monopolista, lo suficientemente fuertes para desafiar al sistema. Una vez más, esta conclusión descansa en el supuesto implícito de que, en alguna forma, el capitalismo monopolista puede garantizar a la masa de personas que perciben salarios y suelos –y que constituyen a gran mayoría de la sociedad– un lento pero constante aumente en sus niveles de vida.

Dicho de otra manera, la tesis según la cual los «centros organizados de la clase obrera de europea o estadunidense en las industrias básicas han sido integrados en gran proporción como consumidores en el sistema y son ideológicamente miembros de la sociedad», a pesas de que se trata de una descripción fiel de la situación actual, de ninguna manera podría ser una proposición válida para el futuro. Si se supone que la fuerza dual de la automatización y la inflación introducirá una creciente inestabilidad en la economía de estos paises, al menos es razonable suponer que dicha inestabilidad minará eventualmente la estabilidad de la burocracia sindical y la relativa pasividad de los trabajadores relativamente bien pagados que son, paradójicamente, los mayormente sindicados. La activa oposición al capitalismo monopolista que actualmente, en gran medida, está limita a los movimientos de protesta de la juventud anti sistema, de jóvenes estudiantes, sectores de la «ciudanía» etc., en contra de la globalización, de la falta de democracia, de los regímenes dictatoriales y la guerras imperialistas, y la radicalización de algunos sectores del asalariado peor pagado, así como los recortes en el sector de los servicios podrían nuevamente convertirse en una poderosa e inevitable alianza en torno a la clase obrera industrial y sectores productivos.

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El modelo del pelotazo mental de Errejon y Cía frente al marxismo


«¿Qué es la sociedad, cualquiera que sea su forma? El producto de la acción reciproca de los hombres. ¿Pueden los hombres elegir libremente esta o aquella forma social? Nada de eso. A un determinado nivel de desarrollo de las fuerzas productivas de los hombres, corresponde una determinada forma de comercio y de consumo. A determinadas fases de desarrollo de la producción, del comercio y del consumo, corresponden determinadas formas de constitución determinada organización de la familia, de los estamentos o de las clases; en una palabra, una determinada sociedad Civil. A una determinada sociedad Civil, corresponde un determinado régimen político, que no es más que la expresión oficial de la sociedad civil. Esto es lo que el señor Proudhom (como hoy los profesores de derecho político y/o constitucional*) jamás llegará a comprenderlo, pues él cree haber hecho una gran cosa apelando del Estado a la sociedad civil, es decir, apelando del resumen de la sociedad oficial a la sociedad oficial.»

* http://www.academia.edu/4170955/_R%C3%A9gimen_Libro_Lugares_comunes_Trece_voces_sobre_la_crisis_

Una vez con los pies en el suelo, estamos en condiciones de explicar las contradicciones inherentes al modo de producción capitalista y, por qué los hombres hacen esto y no otra cosa a partir de la economía marxista que se explica y resume en un modelo genético de formación y desarrollo.

Los economistas burgueses, sorprendentemente ayudados por no pocas escuelas «marxistas» oscilan entre los cálculos del valor y los cálculos de la «demanda agregada», está combinación de Marx y Keynes que según proclaman desde las cátedras de nuestras Ilustrísima facultades del conocimiento económico contribuye a un comprensión más clara de las «leyes motrices» del capital monopolista lejos de ser nuevas devienen de un viejo artículo escrito por Oskar Lange en la década de los treinta.

Sostienen firmemente que acumular capital continúa siendo la tabla de la ley para las gigantescas corporaciones contemporáneas. En esto nos hallamos totalmente de acuerdo. Pero no nos dan ninguna explicación exhaustiva de las razones para que así sea. Por el contrario no incluyen en su análisis la competencia básica entre capitalistas y trabajadores; ésta sólo aparece de forma confusa cuando se trata del actual desplazamiento de trabajadores debido a la automatización. Por lo que se refiere a la competencia entre capitalistas, oscilan entre dos posiciones erróneas: por una parte confunden la competencia con el «precio de competencia», por otra, al negar que el «precio de competencia» prevalece, parece que aceptan que la competencia existe, pero en un sistema que es «radicalmente diferente» del modelo de Marx.

Aquí se impone una amplia clarificación. Es cierto que en el tomo de El Capital, cuando Marx desarrolla su teoría de la formación de los «precios de producción» (igualación de la tasa de ganancia como resultado del flujo y reflujo de los capitales entre las diferentes ramas de la industria), los mecanismos a través de los cuales tiene lugar el proceso de igualación son, el alza y la baja de los precios. Pero si se reflexiona un poco, es claro que éste es solamente un mecanismo subordinado y no el mecanismo central. Si en lugar de la reducción de los precios, el vehículo que se utiliza para apoderase de una mayor parte del mercado es una publicidad agresiva, el razonamiento aparece exactamente igual que en el tomo III de El Capital. Lo importante aquí es que una empresa obtiene una tasa de ganancia sustancialmente mayor y que esta tasa mayor atrae capital de otras empresas (digamos otras corporaciones) a la misma rama hasta que se produce la igualación. Decir, dentro de este marco, que los monopolistas tratan de evitar riesgos excesivos, significa precisamente que evitarán desviaciones excesivas de la superganancias «normales» porque dichas desviaciones atraen inevitablemente otros capitales.

La debilidad crucial de esta macedonia Marx Keynes, reside, sin embargo, en la incapacidad de la escuelas de economía oficial para tratar la explotación del trabajo por el capital y su omisión consecuente de la necesidad de los capitalistas de aumentar la plusvalía relativa. La desaparición total del ejército de reserva durante la segunda Guerra Mundial condujo a una «mejoría de los niéveles de vida de la gente pobre que fue realmente asombrosa». Esto a su vez condujo a una presión creciente sobre los salarios reales ejemplificada en la gran ola de huelgas de la posguerra. A partir de los años cincuenta «la desocupación subía constantemente en los EEUU, y el carácter de las nuevas tecnologías del período de la posguerra acentuaron drásticamente las desventajas de los trabajadores no calificados y semicalificados» Sin embargo a nosotros nos parece que «las nuevas tecnologías del período de la posguerra» crearon esta tendencia ascendente de la desocupación, es decir que entonces la economía de los Estados Unidos entró en el periodo más dramático, en toda su historia, de «desplazamiento del trabajo por las máquinas»

Ya no puede haber duda…

Estos negocios lucrativos de distribución y, sobre todo, redistribución de la plusvalía ocultan una debilidad que viene siendo insidiosa en los círculos de la teoría y análisis económico. La causa de esta debilidad es fácil de descubrir. La teoría del valor implica que, en términos de valor, la masa total de plusvalía que debe ser distribuida cada año, es una cantidad dada. Ésta depende del valor del capital variable y de la tasa de plusvalía. La competencia de precios no puede cambiar esa cantidad dada (excepto cuando influye en la división del nuevo ingreso creado entre trabajadores y capitalistas, es decir disminuye o incrementa los salarios reales, y así incrementa o disminuye la tasa de plusvalía). Una vez que esta sencilla verdad es comprendida, se puede entender que el desplazamiento de la libre competencia por los monopolios no altera básicamente el problema en términos de valor. Esto significa que la distribución de la cantidad dada de plusvalía cambien en favor de los sectores monopolista y a costa de los sectores no monopolistas. Esto puede significar (pero entonces debe ser demostrado) que la tasa general de plusvalía aumenta. Pero esto no modifica en ningún sentido la relación básica que explica la creación de la plusvalía.

Por abandonar el campo del valor de la producción en favor del campo de la demanda monetaria agregada, la economía oficial oscurece las simples relaciones básicas. Hablan con desparpajo de que «el excedente es absorbido» cuando hombre y máquinas ociosos se ponen a trabajar. Pero lo que no ha sido producido no puede ser absorbido. Cuando la maquinaria se haya ociosa, no tenemos un «excedente no absorbido», es decir plusvalía no gastada, o mercancía no vendidas; lo que tenemos es un capital sin utilizar que es algo muy diferente. Y cuando «hombres y máquinas» ociosas se ponen a trabajar, no se «absorbe» el excedente sino que se produce, es decir, crece su cantidad como resultado de un incremento en el capital variable.

Al abandonar el terreno firme del cálculo del valor para deslizarse al campo de la «demanda agregada» los economistas en boga demuestran muchas veces una sorprendente incapacidad para distinguir entre la conducta microeconómica de una empresa y el resultado macroeconómico de dicha conducta generalizada. Afirman con razón que la corporación monopolista moderna tiende a «maximizar las ganancias» por lo menos en la misma medida que lo hacían sus ancestros competitivos. Pero parecen olvida que la tasa media de ganancia es precisamente el resultado macroeconómico de tal conducta en las empresas individuales. Esto se desprende inmediatamente del supuesto de que la plusvalía que puede ser distribuida entre las diferentes empresas, es una cantidad limitada dada cada año.

(Contituará)

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La censurocracia de Podemos

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