Si bien el auge y el crecimiento capitalista desde la Segunda Guerra Mundial ha permitido integrar en el sistema a amplios sectores de la población en los países Imperialistas, las relaciones entre la burguesía y su apoyo fundamental la pequeño-burguesía, no se basan de ninguna manera en una confianza recíproca y n una colaboración pacífica. En su masa, estos sectores pequeñoburgueses es una clase explotada y desfavorecida. Se opone a la burguesía con envidia y frecuentemente con odio. Por su parte, la burguesía, aún sirviéndose del apoyo de ésta, no tiene confianza en ella. porque teme muy justamente que ésta se incline en todo momento a franquear las barreras que se le ponen desde arriba.
Bajo la forma de la democracia parlamentaria el gran capital, por una conjugación de represiones y concesiones, privaciones y reformas, ha conseguido que se le subordinen, dentro de los cuadros de la democracia formal, no sólo la antigua pequeño burguesía, sino también, en una proporción importante, el proletariado, por medio de la nueva pequeño-burguesía: la burocracia y aristocracia obrera.
Con todo, después de la fábula del Estado paternalista, de la sociedad del bienestar, de la política de ingresos, y en general de la colaboración de clases en una visión del Estado como órgano neutral de conciliación que hizo soñar con una sociedad en ascenso hacía un reparto más justo de la riqueza y que dejaba atrás el genocidio de la Primera y Segunda Guerra Mundial, ha comenzado la declinación manifiesta del capitalismo y, ante todo, de su forma de dominación democrática. Ahora ya no se trata de nuevas formas ni de limosnas, sino de cercenar y suprimir las antiguas. La dominación política de la burguesía entra así en contradicción no sólo con las instituciones de la democracia proletaria (sindicatos y partidos políticos), sino también con la democracia parlamentaria, en cuyos cuadros se han creado las organizaciones obreras. De ahí la campaña contra los partidos políticos por una parte, contra el parlamentarismo democrático, por otra.
- Pero así como las eminencias de la burguesía liberal fueron incapaces, en su época, de acabar por sus propias fuerzas de la monarquía, el feudalismo y la Iglesia, los magnates del capitalismo financiero son incapaces, sólo con sus fuerzas, de acabar con el proletariado. Necesitan la ayuda de la pequeña-burguesía.
De momento, la burguesía puede mantenerse en el Poder por los métodos del Estado parlamentario creado por ella misma; no tiene necesidad del fascismo, por lo menos de momento. Además, a la burguesía no le gusta el modo «plebeyo» de solucionar sus problemas. Tanto más por cuanto que la experiencia del nazismo en vieja Europa trae amargos recuerdos.
- Dicho de otra manera «a la gran burguesía le agrada tan poco el fascismo como a un hombre con la mandíbula enferma dejarse arrancar los dientes. Pero la historia demuestra que llegado el momento se acomodan a lo inevitable. Hemos visto en la Historia; tanto en Alemania como Italia y España que «el ídolo de la víspera de la pequeño-burguesía se transforma en gendarme del gran capital»
Del papel histórico de todas la etapas del capitalismo; desde el jacobinismo, la democracia y del fascismo ¿se deduce que la pequeño-burguesía esté condenada a ser hasta el fin de sus días un instrumento en manos del capital? Si así fuese, la dictadura del proletariado sería imposible en una serie de países en que la pequeño-burguesía constituye la mayoría de la nación, y además, extremadamente difícil en otros países en que la pequeño-burguesía representa una minoría importante. Felizmente no es así. Y la experiencia de la Comuna de Parías demostró, al menos en los límites de una ciudad, así como después la experiencia de la Revolución de Octubre y China en una escala y en un período incomparablemente más extenso, que la alianza de la gran burguesía y la pequeño-burguesía no es indisoluble. Como la pequeño-burguesía es incapaz de una política «independiente» (por eso, en particular, la «dictadura democrática» pequeñoburguesa es irrealizable), no le queda más que la elección entre la burguesía y el proletariado.
- En época de ascenso desarrollo y florecimiento del capitalismo, la pequeño-burguesía, a pesar de las irrupciones agudas de descontento, marchó, en general, obedientemente en el tiro capitalista. Tampoco podría hacer otra cosa. Pero en las condiciones de la descomposición capitalista y de la situación económica sin salida, la pequeño-burguesía tiende a perseguir e intentar el modo de sustraerse al grillete de los antiguas amos y dirigentes de la sociedad. Es completamente capaz de enlazar su suerte a la del proletariado. Para ello sólo se requiere una condición: la pequeño burguesía debe adquirir la creencia en la capacidad del proletariado para conducir a la sociedad por un nuevo camino. El proletariado sólo puede inspirarle esta creencia por su fuerza, por la seguridad de sus acciones, por una ofensiva hábil sobre el enemigo, por el éxito de su política revolucionaria.
Pero ¡ay de él si el partido revolucionario no se muestra a la altura de la situación! La lucha cotidiana del proletariado agudiza la inestabilidad de la sociedad burguesa. Las huelgas y las revueltas políticas agravan la situación económica. La pequeño-burguesía podría adaptarse pasajeramente a estas privaciones crecientes si llegase, por experiencia, a la convicción de que el proletariado está en condiciones de guiarla por un nuevo camino. Pero si el partido revolucionario, a pesar de una lucha de clases contantemente acentuada, sigue mostrándose incapaz de concentrar a la clase obrera en tono suyo, oscila, se extravía, se contradice, entonces la pequeña-burguesía pierde la paciencia y comienza a ver en los obreros revolucionarios a los autores de su propia miseria. Todos sus pensamientos son inducidos a tal conclusión por todos los partidos burgueses, incluida la socialdemocracia también, que la crisis social tome entonces una agudeza insoportable, y aparece una partido cuyo objeto directo es poner al rojo a la pequeña-burguesía y dirigir su odio y su desesperación contra el proletariado. En Alemania esta función histórica se cumplió por el nacionalsocialismo, en España por falange, etc., extensa corriente cuya ideología se compone de todas las exhalaciones pútridas de la sociedad burguesa en descomposición.
- La responsabilidad política principal del crecimiento del fascismo incumbió, ciertamente, a la socialdemocracia. Desde hace más de un siglo, el trabajo de este partido se reduce a arrancar a la conciencia del proletariado la idea de una política independiente, a sugerirle la creencia de la eternidad del capitalismo, y a obligarle a toda ocasión a arrodillarse ante la burguesía decadente. La pequeña-burguesía no puede seguir al obrero si no ve en él al nuevo amo. La socialdemocracia enseña al obrero a ser un lacayo. A un lacayo no le seguirá la pequeña-burguesía. La política del reformismo quita al proletariado la posibilidad de dirigir a las masas plebeyas de la pequeño-burguesía, transformándola ya por eso en carne de cañón del fascismo.
Pero políticamente, la cuestión no se zanja por la responsabilidad de la socialdemocracia pero esto es «otra historia»