PROCESO REVOLUCIONARIO
Es necesario que coincidan el ascenso impetuoso del movimiento de masas y la incapacidad DE HECHO*, de gobernar de la clase dominante.
Utilizado la vieja y brillante formula de Lenin: «cuando los de abajo no quieren ser gobernados, y cuando los de arriba no pueden ya gobernar como antes»
Una cosa va con la otra, para que los de arriba no sean incapaces de gobernar ha de descomponerse acusadamente el aparato de represión del Estado. Esto crea una situación inestable o de vacío de poder que ha de ser ocupado o remplazado por un poder y orden nuevo.
La dimensión política-ideológica del fenómeno: es necesario que exista una crisis de legitimidad de las instituciones del Estado, a los ojos de la gran mayoría de la clases laboriosas, es necesario que éxito una identificación de esta mayoría con otra legitimidad, una nueva legitimidad que asciende.
Sólo hay crisis revolucionaria cuando la burguesía pierde esta capacidad de iniciativa y de autoridad política. Pero para llegar a este extremo no basta ni mucho menos la abstención, ni la desobediencia civil, este es precisamente el trasfondo de todas las dificultades. Con la experiencia de las crisis revolucionarias que tenemos (Rusia 1917, Alemania 1918-1919 y 1923, España 1936-37, Yugoslavia 1941-1945. Portugal 1975, la caída de la URSS y países del Este, Afganistán, Irak, Egipto, Libia, Siria actualmente) podemos reducirlo a un denominador común.
PRIMERO descomposición muy acusada del sector «aparato de represión» del aparato del Estado. Este es un factor decisivo, por la ausencia de autoridad y de iniciativas de la burguesía. Puede ser consecuencia de una guerra o de un golpe de Estado parcialmente fallado, como en el caso de España, haciendo estallar al ejército en un parte importante del territorio, puede ser también el resultado directo de una huelga general, de un levantamiento obrero de tal potencia, en el terreno moral y político que, descomponga políticamente al ejército del interior. (Alemania 1920)
SEGUNDO, el corolario del primer factor positivo, es decir, la generalización, o al menos una extensión suficientemente amplia, de los órganos de poder obrero y popular, es decir una situación de doble poder que conduce al mismo resultado. Si hay suficientes consejos obreros y consejos populares con los que se identifiquen una pare suficiente de los servicios públicos, se da manifiestamente una parálisis total del aparato del Estado burgués. Si los empleados de banca, incluido el Banco Central, no siguen ya las órdenes del ministro de Finanzas o del gobernador, sino del consejo obrero del sector bancario, hay parálisis; ídem para los ferroviarios, transportes y los empleados del metros… Basta con extender el fenómeno, incluso con sectores de la policía, para comprender que tal hipótesis conduce a la parálisis completa del aparato del Estado burgués y de la capacidad de iniciativa política centralizada de la burguesía.
TERCERO, tocamos aquí lo que más nos interesa de la crisis que asciende, porque ha sido el aspecto menos estudiado hasta el presente: es la dimensión político-ideológica del fenómeno. ESD ECIR, ES NECESARIO QUE EXISTA UNA CRISIS DE LEGITIMIDAD E LAS INSTITUCIONES DEL ESTADO, A LOS OJOS DE LAS GRAN MAYORIA DE LA CASE OBRERA, ES NECESARIO QUE EXISTA UNA IDENTIFICACIÓN DE ESTA MAYORIA CON OTRA LEGITIMIDAD, UNA NUEVA LETITIMDIAD QUE ASCIENDE, sin la cual el carácter revolucionario de la crisis es poco probable. No digo que esté excluido -porque hace falta tener en cuenta, y el desarrollo desigual de la conciencia de clase, que no excluye combinaciones extrañas y sorprendentes- pero usamos el término «legitimidad» en su sentido más general pues parece evidente que la presencia de un gobierno salido del sufragio universal, de un sufragio universal que puede incluso reflejar la mayoría de tres años atrás, incluso de hace seis meses, en el cual las masas ya no se reconocen, no basta para crear una crisis revolucionaria. Sería una crisis gubernamental, ministerial, en el peor de los casos una crisis de régimen, pero no sería aún una crisis revolucionaria. Es necesario, pues, una dimensión ideológico-moral suplementaria para que exista verdaderamente una crisis revolucionaria, es decir, un INICIO DE RECHAZO POR LAS MASAS DE LA LEGITIMIDAD DE LAS INSTITUCIONES DEL ESTADO BURGUÉS.