La creciente inflación ahonda la contradicción ente la «afluencia privada » y la «indigencia pública». Esta contradicción fue esclarecida por economistas liberales como Galbraith, ya a mediados de la década de los 70 era muy patente para los europeos que visitaban EEUU. La medida que se deterioraban los servicios públicos en este rico país es realmente sorprendente. El enorme presupuesto no ha sido capaz de mantener siquiera estándares mínimos en los servicios públicos normales.
La contradicción entre la afluencia privada y la indigencia pública generalmente ha sido estudiada desde el punto de vista del consumidor y las penas o inconvenientes que ella impone al ciudadano medio. Pero existe otra dimensión que se hará cada vez más importante en los próximos años: su impacto en quienes podríamos denominar «productores», es decir las personas que están empleadas en la administración pública. ¡Este momento se nos muestra hoy, cuatro décadas después de haber sido estudiado y previsto, con toda su crudeza!
El número de estos trabajadores ha ido aumentando rápidamente. La administración pública ya es la fuente individual de mayores dimensiones en cuanto al empleo dentro de los EEUU y otros países de la Europa Occidental. La administración USA tenía a su servicio 11 millones de asalariados en 1968, y esta cifra se ha incrementado enormemente. Todos los estratos en que pueden ser divididos estas decenas de millones de trabajadores, tanto en América como en Europa se encuentra crónicamente mal pagados, tiene un ingreso medio que es menor que el ingreso de quienes se hallan en posiciones equivalentes dentro de la industria privada. Ésta no es una cosa excepcional en la Europa occidental esta diferencia se fue incrementando a partir de los años 50′ mientras 20 años después aparecía por primera vez en EEUU en gran escala.
Los empleados públicos que en el pasado se hallaban al margen del movimiento sindical y, de hecho, de cualquier actividad social organizada, a partir de 1968 experimentaron una radicalización, por lo menos al nivel sindical. A partir de aquí, en mayor o menor medida, realizando labores de organización, agitación y exigieron ingresos que fueran por lo menos similares a los que podrían obtener en la industria privada. En un país como los Estados Unidos, con la posición imperial que ocupa a escala mundial, su vulnerabilidad frente a cualquier aumento de radicalismo sindical de los empleados públicos en muy grande (varias huelgas no oficiales pero si simultaneas de bomberos y policía de Nueva York en 1969 desorganizaron toda la vida urbana de la ciudad hasta extremos alarmantes durante seis días.
«La explicación de este problema debe comprenderse claramente, y para ello es muy importante no concebir tal problema como un ejemplo de la política errónea de los administradores públicos o de los políticos capitalistas, sino como una expresión de las tendencias básicas del sistema capitalista. Una de las principales tendencias del capitalismo europeo, durante los últimos 25 o 30 años ha sido la creciente socialización de todos los costos indirectos de producción. Eso constituye una contribución muy directa para que se realicen las ganancias privadas y la acumulación de capital. Los capitalistas ya NO se conforman para que el Estado page los cables de la electricidad y los caminos, sino que también quieren que sufrague los gastos de investigación, desarrollo, educación y seguridad social. Pero una vez que la tendencia hacia la socialización de los costos indirectos de producción se han puesto en marcha, es obvio que las corporaciones no aceptarán mayores impuestos para financiarlas. Porque si las corporaciones pagaran los impuestos necesarios para cubrir todos estos costos no habría ninguna «socialización». En todo caso continuarían pagándolos de manera privada, pero en lugar de hacerlo directamente lo harían indirectamente a través de sus impuestos (y pagarían la administración de estos pagos también). Pero en lugar de aligerar la carga semejante solución la agravaría. De manera que existe una inevitable resistencia institucionalizada por parte de las corporaciones y de la clase capitalista frente al aumento de impuestos al nivel que sería necesario para hacer posible servicios públicos capaces de satisfacer las necesidades de la población en su conjunto… Es por esta razón que la brecha entre los salarios de los empleados públicos y los salarios de los trabajadores al servicio de la iniciativa privada se mantiene y que la tendencia a la radicalización de los empleados públicos continuó, a través de una mayor sindicalización e incluso a través de una radicalización política.
Una economía regida por la ley del valor es una economía en la cual la producción, y por tanto la inversión, está guiada por la demanda efectiva. Lo que aquí opera fundamentalmente no es tanto la diferencia en la intensidad de las diferentes necesidades de los diferentes individuos; lo que es decisivo es la diferencia en los ingresos. Así la producción está encaminada a satisfacer las necesidades de los estratos privilegiados. La producción de artículos suntuarios es estimulada antes que las necesidades elementales de las masas sean resueltas. Las rentas de las viviendas modernas están sujetas a la «ley del mercado», de manera que sólo son accesibles a los estratos de más altos ingresos. Dado que es «incosteable» conforme a las leyes del mercado que operan al nivel de la empresa aislada, el consumo social (educación, salubridad, ciertos servicios públicos) es sistemáticamente sacrificado en aras del consumo individual más altamente «redituable«. Porque el consumo individual en la forma de mercancías es producido para ser vendido con una ganancia. Es obvio que una economía gobernada en este sentido se aleja del socialismo más que se acerca a él, incluso en el caso de que esto hiciera posible un incremento en la tasa de crecimiento económico. La lógica de una evolución semejante implica que las decisiones sobre las inversiones se hagan cada vez en mayor medida al nivel de la empresa individual. Una producción que se rige por las leyes del mercado y que está acompañada por una descentralización en la inversión reproduce progresivamente las fluctuaciones económicas características de la economía capitalista, con fases de sobreinversión seguidas por fases de subinversión, desocupación periódica, sobreproducción, etc».
Fifty years of World Revolution 1917-1967. Ed. Merit Publishers, Nueva York 1968
Además no carece de importancia el hecho de que un gran número de estudiantes universitarios -graduados y desertores- se incorporaran a la administración pública. Incluso, si observamos lo que ocurrió durante la década de los 70′, nos percatamos de que muchos jóvenes que fueron dirigentes o militantes estudiantiles unos años antes, los encontrábamos luego impartiendo clases o trabajado en los servicios sociales municipales. Podían haber perdido parte de su conciencia radical al incorporarse al trabajo; ésa era la esperanza no sólo de sus padres, sino también de la clase capitalista. Pero la evidencia demuestra que la conciencia preserva un grado de radicalismo, por lo menos parcialmente, y que se produce cierto infiltración de radicalismo del sector estudiantil hacia el del personal docente -especialmente en la educación superior- y hacia diversos estratos de la administración pública en que los estudiantes se habían incorporado.»
Sin embargo, el reflujo de la radicalización a nivel mundial que acompañó la derrota de Estados Unidos en la guerra de Vietnam, con el retorno a posturas más democráticas y la superación de la recesión generalizada de 1969-1975 permitió, de nuevo, al capitalismo unos años de moderado crecimiento para otorgar ciertas concesiones dentro de una «política de ingresos» que limitaba los salarios a los límites de la inflación en un clima favorable de recuperación que se nutría del beneficio económico y político que representaba la ampliación del mercado capitalista en toda la Europa Oriental y la Unión Soviética. Si bien, a pesar de este gran estimulo, y los éxitos que supuso la consolidación de la Unión Europea con la creación de una moneda única y la consiguiente inyección de liquidez, a la larga inflacionaria no ha podido evitar que los ciclos de prosperidad fueran más cortos y débiles, mientras los períodos de estancamiento se hacían más largos y profundos que los siguieron al primer periodo del fin de la Segunda Guerra Mundial. La exacerbación de la competencia oligopólica a nivel mundial, primero con la concentración y centralización del capital en la Unión Europa y después con la reestructuración de la economía en Rusia y más tarde con lo que se conoce por el gigante asiático ha ofrecido un nuevo mapa geoestratégico para un nuevo reparto del mundo. No obstante este marco no es tan halagüeño como a primer vista parece. Las contradicciones inherentes al modo de producción capitalista lejos de haber sido superadas crecen al tamaño de la inflación aplazando lo inevitable, a saber, una nueva crisis de sobreproducción está vez aún más profunda que la anterior bajo la sombra, aún más negra que la anterior, de una crisis del sistema monetario internacional que amenaza colapsar el sistema en una gran y desconocida depresión.