Frente a la Unión Europea del Capital: Internacionalismo proletario


En el terreno de la relación entre las dos clases principales de la sociedad civil moderna y los principios del nacionalismo y del internacionalismo, asistimos a partir de la década de los 60 y 70 a un cambio sorprendente de mentalidad. Originariamente, como se ha dicho, el nacionalismo era una ideología puramente burguesa, y eso lo mismo en su fase progresista que en la reaccionaria; sociedad burguesa, desarrollo del sistema capitalista de producción y formación de los Estados nacionalistas europeos, son procesos difícilmente disociables entre sí. El primer proletariado, al contrario, se apropió el concepto de internacionalismo ya antes que Marx y Engels, en el Manifiesto Comunista, anunciaran: «El trabajador no tiene patria»

Por no extenderme más, no estudiaremos aquí los motivos que han provocado una integración creciente de los grandes organizaciones de la clase trabajadora en el Estado burgués, integración donde el alejamiento progresivo de tales organizaciones con respecto al internacionalismo es una de tantas formas de expresión ideológica. Basta decir que no solo organizaciones socialistas, sino también comunistas e incluso maoístas, aspiran a plantar la bandera de la «independencia nacional»
en países intensamente industrializados de la época neocapitalista donde hace ya uno o dos siglos que la lucha por esta independencia ha alcanzado su punto cimero y ha realizado su misión histórico-evolutivo.

Con todo, y para acabar, si sabemos abstraernos de cualquier factor ideológico y subjetivo, comprenderemos sin pasión que las limitaciones nacionalistas favorecen muchísimo más la ascensión real y colectiva del gran capital que la de la clase trabajadora. Y, en este sentido, es indudable, también, que los empresarios se han adaptado con mucho más facilidad, y además en masa, que el movimiento obrero a las condiciones de integración europea, y han creado organismos internacionales mucho más numeroso y eficientes que los de éstos

Sin extenderme desarrollando los motivos, de ello se vislumbra, pues, que el gran capital del occidente europeo estaba mucho mejor preparado que el movimiento obrero de este mismo ámbito para obtener del establecimiento de la UE efectos favorables a una organización; y, en realidad, los ha obtenido, de tal forma que las ligas patronales ejercen hoy una continua influencia en las deliberaciones y decisiones de los organismo supraestatales de la UE, mientras el movimiento obrero de la Europa occidental no ha opuesto a este influjo nada equivalente.

A consecuencia de esto, la más que tendencia a la integración económica Europa ha ido acompañada, desde la primera fase, de un acusado desplazamiento de la relación de fuerzas hacia el campo de los empresarios y en perjuicio de todos los asalariados, desplazamiento que en el marco mismo del movimiento obrero se ha concretado en los procesos paralelos de la función gradual ejercida por los objetivos propiamente socialistas a través del socialismo y de la socialización, también gradual, de los partidos comunistas del occidente europeo.

Esta realidad determina una significativa consecuencia de estrategia política: el movimiento obrero no tiene hoy ninguna justificación que le lleve a sacrificar su clásico objetivo de la conquista del poder político en el ámbito de los Estado nacionalistas a la ilusión de un acceso «simultáneo» al poder en todos los países de la UE, o bien a la utopía aún mayor de una «socialización» de Europa mediante el rodeo de un Parlamento europeo elegido por votación directa.

Este rodeo dificultaría considerablemente las posibilidades de una abertura de la Europa occidental hacia el socialismo.

En el caso de una combinación internacional de capital llevada hasta la integración económica efectiva de todos los Estados miembros de la UE, y , por tanto, del establecimiento real de un nuevo poder estatal basado en instituciones supranacionales, las dificultades objetivas de la conquista del poder político en el ámbito de los Estados nacionalistas resultarían probablemente insuperables, en este caso, la clase trabajadora de la Europa occidental tendría que emprender una acción sindical y política den todo el ámbito de la UE y organizarse de una manera consecuente, proceso muy complicado y doloroso.

En fin, estas reflexiones no han de llevar, en absoluto, a la conclusión de que el movimiento obrero del occidente europeo haya de estar interesado en la contención del proceso de combinación internacional de capital, por cuanto la desaparición progresiva de asumir el poder político en el marco de los Estados nacionalistas que tal proceso comporta en definitiva pueda modificar al menos temporalmente las relaciones de fuerzas en perjuicio de todos los asalariados. Primeramente, la pretensión de impedir las correspondientes transformaciones económicas en el desarrollo de las fuerzas de producción sería, en cualquiera de los casos, una utopía; en último término, la finalidad del movimiento obrero no ha sido jamás la protección artificial de la pequeña empresa capitalista contra la concentración del capital.

además la misión histórica del proletariado en el neocapitalismo y en los países altamente industrializados no supone la sujeción de este o aquel grupo de intereses de la gran burguesía —sea el que representa la combinación internacional de capital o bien el que se aferra al Estado nacionalista— sino la introducción de los objetivos netamente socialista en el orden del día.

La combinación internacional de capital se ha de oponer la alternativa de la necesidad histórica de una Europa unida socialista, no la de un retorno al patrioterismo burgués.

Si, hasta ayer era posible aún plantear la revolución sólo a escala nacional, y sólo a esa escala era posible. Hoy —y ya que vuestro análisis se circunscribe a las condiciones peculiares de Europa— Es necesario recordar que la tendencia a la integración económica europea ha ido acompañada, desde la primera fase, de un acusado desplazamiento de la relación de fuerzas hacía el campo de los empresarios y en perjuicio de todos los asalariados; desplazamiento que en el marco mismo del movimiento obrero se ha concretado en los procesos paralelos de la función gradual ejercida por los objetivos propiamente socialistas a través del socialismo y de la socialización, también gradual de los partidos comunistas del occidente europeo

Esta realidad resumida determina una significativa consecuencia de estrategia política: el movimiento obrero no tiene hoy ninguna justificación que le lleve a sacrificar su clásico objetivo de la conquista del poder político en el ámbito de los estados nacionalistas a la ilusión de un acceso «simultaneo» al poder en todos los países de la UE, o bien a la utopía aún mayor de una «socialización» de Europa mediante un rodeo de un Parlamento europeo elegido por votación directa.

Ahora bien, tales consideraciones han de fundarse en realidades económicamente objetivas, si se quiere evitar que lleven a especulaciones estériles. Hoy las posibilidades objetivas de una abertura de cualquiera de los países miembros de la UE al socialismo subsistirán, y por ello apenas subsisten, mientras la combinación internacional de capital no haya progresado hasta la efectiva integración económica de los Estados de la Unión europea y la creación de un organismo ejecutivo supranacional en el marco de ésta.

Si bien hay un punto de intersección por cuanto que la citada abertura motive o no el abandono de la UE, es cosa que en definitiva depende del comportamiento de las instituciones supranacionales, los gobiernos de los otros países miembros, de su burguesía rica y de su clase trabajadora, o sea de la relación de fuerzas sociales en el campo de la Unión Europea. y éstas, como ya sabemos, pueden ser organizadas con mucha mayor facilidad desde un punto de partida defensivo (basados en la defensa del derecho democrático de la población trabajadora de un país a escoger la forma social adecuada sin obstrucciones extranjeras) que a partir de un impulso original de carácter ofensivo… Pero aquí se requiere un desarrollo hasta la conclusión… —resumiendo— Las dificultades objetivas de la conquista del poder político en el ámbito de los Estados nacionalistas resultan probablemente insuperables; en este caso la clase trabajadora de la Europa occidental tendría que emprender una acción sindical y política en todo el ámbito de la UE y organizarse de una manera consecuente, procesos muy complicado y doloroso, sin duda, y unido probablemente a otro desplazamiento, aún, de las relaciones de fuerza sociales contrario a los intereses de todos los asalariados. Si, en cambio, vemos que las circunstancias lo están haciendo necesario la reducción y reagrupación correspondiente, y se elude estamos haciendo una política como el avestruz…

Después de releer el texto de la estrategia y táctica de la clase obrera da la sensación que si bien se critican las desviaciones que, en el fondo, son una expresión concreta de la revolución por etapas, apelando a vieja tesis de Lenin que ve en el imperialismo el desarrollo del edificio que se levanta sobre los sólidos cimientos del capitalismo clásico, se echa en falta una conclusión. Del mismo modo capitel de esta estructura colosal, es la no menos colosal pirámide invertida de crédito, de política fiduciaria que sostiene como un férula lo que viene llamándose «globalización» o, en términos económicos, el capitalismo tardío de los grandes combinados de capital industrial y el capital financiero que lo sustenta. Paradójicamente a la falsa idea que los ideólogos burgueses, reformadores de izquierda e incluso apologistas del capitalismo viene concediendo metiendo en un mismo saco un maléfico e integrante complot de los ¡mercados! especulativos del dinero y valores. El abominable capital especulativo financiero-bancario-rentista en detrimento de una economía real o productiva. Estos señores olvidan que la redistribución de plusvalía no puede modificar y no modifica el excedente económico. En una economía de mercado sólo se puede disponer del producto a través del intercambio. Este reviste la forma física de mercancías para las que no existe consumo. Por el contrario el capital excedente, es el capital que, de momento, no encuentra que comprar. Estos señores olvidan que precisamente la diferencia del Imperialismo de la época de Lenin que se caracterizaba por el excesivo control y poder bancario sobre la producción y la industria ha desaparecido. Hoy los grandes monopolios disponen de grandes sumas de capital, no sólo se han independizado del control bancario sino que la interpenetración de capitales en estas grandes corporaciones y grupos como el grupo Watson o el grupo Rockefeller controlan también, bajo sus filas, bajo su «firma» sus propios bancos y sectores financieros.

Las reflexiones anteriores esbozadas por mi parte no han de llevar, en absoluto, a la conclusión de que el movimiento obrero del occidente europeo haya de estar interesado en la contención del proceso de combinación internacional de capital, por cuanto la desaparición progresiva de la posibilidad de asumir el poder político en el marco de los Estados nacionalistas que tal proceso comporta en definitiva pueda modificar el menos temporalmente las relaciones de fuerzas en perjuicio de todos los asalariados. Primeramente, la pretensión de impedir las correspondientes transformaciones económicas en el desarrollo de las fuerzas de producción sería, en cualquiera de los casos, una utopía; en último término, la finalidad de movimiento obrero no ha sido jamás la protección artificial de la pequeña empresa capitalista contra la concentración el capital. Además, la misión histórica del movimiento obrero en el neocapitalismo y en los países altamente industrializaos no supone la sujeción de este o aquél grupo de intereses de la gran burguesía —es el que representa la combinación internacional de capital o bien el que se aferra al Estado nacionalista— sino la introducción de los objetivos netamente socialistas en el orden del día. A la combinación internacional de capital hay que oponer la alternativa de la necesidad histórica de una Europa unida socialista, no la de un retorno al patrioterismo burgués.

(La otra cara de la misma moneda la encontramos en el Club Jean Moulin, y después por J.J. Servan Schreiber1; el argumento es el siguiente: la concentración de capital y también la combinación internacional del mismo son totalmente inevitables en el Europa occidental. Sin embargo, puede adoptar dos formas: la absorción de industrias Europeas por las Corporaciones de EEUU o la constitución de nuevos y grandes combinados europeos. En el primer caso, la regulación de los medios de producción escapa de las manos de la población del occidente europeo (y por tanto la clase trabajadora europea no podrá o podría ya ejercer, con huelgas, manifestaciones, votaciones, etc., la menor influencia, ni siquiera indirecta, en su administración) En el otro caso, siempre habrá la posibilidad de un influjo, indirecto al menos.

«¡Valiente silogismo el de J.J. Servan Schreiber toda una abducción que se hace traición a sí misma!». Esta propuesta, como la cuestión anterior, comporta evidentemente la renuncia de éste a los objetivos históricos que le resultarían, en cualquier caso irrealizables. La mencionada argumentación sólo sería aplicable al desarrollo de la concentración del capital si el momento obrero no tuviera otra alternativa que la de escoger la menos peligrosa de dos formas de concentración capitalista, sin ninguna posibilidad de plantear la socialización de las grandes industrias.

Y, así para dar a estos argumentos una apariencia de realidad. Bruclaín y Servan-Schreiber han de apoyarse en tesis presentadas como muy evidentes, pero que de ninguna manera corresponden a las circunstancias reales.

Ejemplo de este mito es la opinión según la cual el poder económico no tiene ya ningún vínculo con la propiedad. La leyenda de Suecia como modelo de los Estados paternalistas es la férula que soporta toda la fábula de la sociedad del Bienestar. Del Estado neutral como órgano de conciliación de clases, como órgano administración no de una redistribución de la plusvalía, sino de un reparto más justo de la riqueza, en la visión de la propiedad pública no como la socialización de los costos indirectos de producción que los grandes monopolios han ido delegando en el Estado sino como la materialización de la socialización de la propiedad… a través del Estado moderno paternalista desaparece gradualmente el desequilibrio en el campo de la propiedad porque se ha reducido considerablemente la desigualdad en el ámbito de los ingresos.

Estas tesis no soportan ningún análisis científico serio, pero paradójica e irónicamente; si no funcionan en la realidad, se refulgían de nuevo abonando el terreno de partida: Si mantener el mezquino proteccionismo nacionalista conllevaba la ruina de nuestro paisano burgués situando dicha propiedad o sus frutos inalcanzable para los obreros en el futuro, ahora resulta que el problema está en el 0.1% , en la avaricia de los banqueros, financieros…

Resulta tan ridículo que para rehusar la teoría de Servan Schreiber no ha que ser marxista convencido ni portavoz de la estructura socialista de la sociedad y de la economía. El peligro de un abuso de poder económico de estos combinados colosales que lo lleve al terreno político, y no a esta posibilidad, sino a este hecho que estamos asistiendo, Los herederos de estos reformadores de izquierda respondían y responden recomendando la consolidación de la autoridad estatal «¡Cómo si en las circunstancias de un capitalismo monopolista, el Estado no hubiera de convertirse, forzosamente, en un instrumento del poder de este capital!» Consolidad la autoridad estatal sin abolir la propiedad privada en el campo de los medios de producción sólo sire para aumentar la fuerza de los grupos decisivos del gran capital. Así lo demuestra muy claramente la experiencia desde la Segunda Guerra Mundial, tanto en los casos e Hitler y Roosevelt como en el de De Gaulle.

Si el movimiento obrero sigue las proposiciones de estos «renovadores de la izquierda» favorece decisivamente, como lamentable y vergonzosamente está haciendo, la consolidación de sus principales adversarios de clase y se deja arrebatar los mejores armas de defensa de sus intereses más directos: la autonomía sindical sobre las tarifas y el derecho ilimitado de huelga. Frente al mentís dado por la Historia a las políticas de ingresos en aras de la pretendida estabilidad en la expansión, únicamente aseguradas cuando los salarios no dependen ya de conversaciones directas entre sindicatos y patrones, sino que son establecidos mediante disposiciones dictadas por los gobiernos -o por los «organismos planificadores»- complementadas con la prohibición e huelgas legales que infrinjan tales decisiones… Esta ha sido la garantía de lo que se denomina política de ingresos. Se pretendía suavizar tal tendencia, fundamentalmente adversaria de los sindicatos, aseguran que lleva en sí no sólo la estatalización de los salarios, sino también la limitación legal de los ingresos de todas las otras clases sociales. En esta aspecto hubo incluso una ligera alusión a la ampliación de los derechos de los sindicatos.

Y como esto no podía jamás ser, y efectivamente no ha sido y jamás será pues el único medio que permitiría fijar e margen efectivo de los beneficios patronales —y no hablemos de una limitación legal de estas ganancias— sería la supresión radical del secreto de empresa y bancos, y el desarrollo del control obrero de producción no ya en el ámbito de la sociedad en general ni en el de los combinados, sino incluso a nivel particular de cada industria y cualquier taller. …

Los portavoces de la política de ingresos presentan como necesidad para la estabilidad económica la determinación legal del índice anual de aumento de los salarios hecha sobre el de la productividad. Significativamente, este interés para tal determinación legal sólo se manifiesta en época de relativa abundancia de trabajo, cuando los empresarios temen que la ley de la oferta y de la demanda en el campo del mercado de trabajo sea aprovechada por los principales grupos de asalariados como circunstancia estratégica favorable al incremento de índice del crecimiento de sus salarios. En cambio, cuando se produce una recesión y aumenta el número de trabajadores parados, con la repercusión consiguiente sobre el mercado del trabajo, entonces los portavoces de la política de ingresos olvidan de pronto el criterio de le estabilización económica, y pretenden dejar la determinación del índice de incremento de los salarios a los «colegas sociales», o incluso a las «circunstancias económicas». Si se quiere actuar, pues en términos de justicia social, la política de ingresos ha de comportar, «independientemente de la coyuntura», un índice anual de incremento de salarios y por lo tanto, ha de obligar al empresario —o si éste no puede, al Estado— a satisfacer «todos» los asalariados el mismo sobre suelo tanto cuando abunda del trabajo como en las épocas de calma

Francamente, no es razonable, en absoluto, que los asalariados hayan de verse afectados por la estabilización de una economía en la cual siguen teniendo solamente una simple consideración de subordinados, sin ningún derecho de voto, no voz sobre la composición de la producción total la orientación y el volumen de las inversiones, y la seguridad de la ocupación. Un objetivo más amplio, pues, sería la extensión del control obrero de la producción (que debería comprender desde los problemas propios de la determinación de los beneficios efectivos hasta cualquiera de las cuestiones referentes a las principales decisiones económicas), y, aún no sólo al nivel general de la economía política, sino también al de las ramas industriales, el los combinados y, de cada una de las grandes empresas. en cualquiera de estos ámbitos, los representantes elegidos por los asalariados deberían tener el derecho tanto de asesoramiento como de veto.

    
http://es.wikipedia.org/wiki/Jean-Jacques_Servan-Schreiber

    SERVAN-SCHREIBER J.J., Le défi américain, Parijs, 1967.

    BRUCLAIN C., Le socialisme et l’Europe, Parijs, 1967.

    

Esta entrada fue publicada en La Nación o el Estado Nacional. Guarda el enlace permanente.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s