El modelo del pelotazo mental de Errejon y Cía frente al marxismo



«¿Qué es la sociedad, cualquiera que sea su forma? El producto de la acción reciproca de los hombres. ¿Pueden los hombres elegir libremente esta o aquella forma social? Nada de eso. A un determinado nivel de desarrollo de las fuerzas productivas de los hombres, corresponde una determinada forma de comercio y de consumo. A determinadas fases de desarrollo de la producción, del comercio y del consumo, corresponden determinadas formas de constitución determinada organización de la familia, de los estamentos o de las clases; en una palabra, una determinada sociedad Civil. A una determinada sociedad Civil, corresponde un determinado régimen político, que no es más que la expresión oficial de la sociedad civil. Esto es lo que el señor Proudhom (como hoy los profesores de derecho político y/o constitucional*) jamás llegará a comprenderlo, pues él cree haber hecho una gran cosa apelando del Estado a la sociedad civil, es decir, apelando del resumen de la sociedad oficial a la sociedad oficial.»

* http://www.academia.edu/4170955/_R%C3%A9gimen_Libro_Lugares_comunes_Trece_voces_sobre_la_crisis_

Una vez con los pies en el suelo, estamos en condiciones de explicar las contradicciones inherentes al modo de producción capitalista y, por qué los hombres hacen esto y no otra cosa a partir de la economía marxista que se explica y resume en un modelo genético de formación y desarrollo.

Los economistas burgueses, sorprendentemente ayudados por no pocas escuelas «marxistas» oscilan entre los cálculos del valor y los cálculos de la «demanda agregada», está combinación de Marx y Keynes que según proclaman desde las cátedras de nuestras Ilustrísima facultades del conocimiento económico contribuye a un comprensión más clara de las «leyes motrices» del capital monopolista lejos de ser nuevas devienen de un viejo artículo escrito por Oskar Lange en la década de los treinta.

Sostienen firmemente que acumular capital continúa siendo la tabla de la ley para las gigantescas corporaciones contemporáneas. En esto nos hallamos totalmente de acuerdo. Pero no nos dan ninguna explicación exhaustiva de las razones para que así sea. Por el contrario no incluyen en su análisis la competencia básica entre capitalistas y trabajadores; ésta sólo aparece de forma confusa cuando se trata del actual desplazamiento de trabajadores debido a la automatización. Por lo que se refiere a la competencia entre capitalistas, oscilan entre dos posiciones erróneas: por una parte confunden la competencia con el «precio de competencia», por otra, al negar que el «precio de competencia» prevalece, parece que aceptan que la competencia existe, pero en un sistema que es «radicalmente diferente» del modelo de Marx.

Aquí se impone una amplia clarificación. Es cierto que en el tomo de El Capital, cuando Marx desarrolla su teoría de la formación de los «precios de producción» (igualación de la tasa de ganancia como resultado del flujo y reflujo de los capitales entre las diferentes ramas de la industria), los mecanismos a través de los cuales tiene lugar el proceso de igualación son, el alza y la baja de los precios. Pero si se reflexiona un poco, es claro que éste es solamente un mecanismo subordinado y no el mecanismo central. Si en lugar de la reducción de los precios, el vehículo que se utiliza para apoderase de una mayor parte del mercado es una publicidad agresiva, el razonamiento aparece exactamente igual que en el tomo III de El Capital. Lo importante aquí es que una empresa obtiene una tasa de ganancia sustancialmente mayor y que esta tasa mayor atrae capital de otras empresas (digamos otras corporaciones) a la misma rama hasta que se produce la igualación. Decir, dentro de este marco, que los monopolistas tratan de evitar riesgos excesivos, significa precisamente que evitarán desviaciones excesivas de la superganancias «normales» porque dichas desviaciones atraen inevitablemente otros capitales.

La debilidad crucial de esta macedonia Marx Keynes, reside, sin embargo, en la incapacidad de la escuelas de economía oficial para tratar la explotación del trabajo por el capital y su omisión consecuente de la necesidad de los capitalistas de aumentar la plusvalía relativa. La desaparición total del ejército de reserva durante la segunda Guerra Mundial condujo a una «mejoría de los niéveles de vida de la gente pobre que fue realmente asombrosa». Esto a su vez condujo a una presión creciente sobre los salarios reales ejemplificada en la gran ola de huelgas de la posguerra. A partir de los años cincuenta «la desocupación subía constantemente en los EEUU, y el carácter de las nuevas tecnologías del período de la posguerra acentuaron drásticamente las desventajas de los trabajadores no calificados y semicalificados» Sin embargo a nosotros nos parece que «las nuevas tecnologías del período de la posguerra» crearon esta tendencia ascendente de la desocupación, es decir que entonces la economía de los Estados Unidos entró en el periodo más dramático, en toda su historia, de «desplazamiento del trabajo por las máquinas»

Ya no puede haber duda…

Estos negocios lucrativos de distribución y, sobre todo, redistribución de la plusvalía ocultan una debilidad que viene siendo insidiosa en los círculos de la teoría y análisis económico. La causa de esta debilidad es fácil de descubrir. La teoría del valor implica que, en términos de valor, la masa total de plusvalía que debe ser distribuida cada año, es una cantidad dada. Ésta depende del valor del capital variable y de la tasa de plusvalía. La competencia de precios no puede cambiar esa cantidad dada (excepto cuando influye en la división del nuevo ingreso creado entre trabajadores y capitalistas, es decir disminuye o incrementa los salarios reales, y así incrementa o disminuye la tasa de plusvalía). Una vez que esta sencilla verdad es comprendida, se puede entender que el desplazamiento de la libre competencia por los monopolios no altera básicamente el problema en términos de valor. Esto significa que la distribución de la cantidad dada de plusvalía cambien en favor de los sectores monopolista y a costa de los sectores no monopolistas. Esto puede significar (pero entonces debe ser demostrado) que la tasa general de plusvalía aumenta. Pero esto no modifica en ningún sentido la relación básica que explica la creación de la plusvalía.

Por abandonar el campo del valor de la producción en favor del campo de la demanda monetaria agregada, la economía oficial oscurece las simples relaciones básicas. Hablan con desparpajo de que «el excedente es absorbido» cuando hombre y máquinas ociosos se ponen a trabajar. Pero lo que no ha sido producido no puede ser absorbido. Cuando la maquinaria se haya ociosa, no tenemos un «excedente no absorbido», es decir plusvalía no gastada, o mercancía no vendidas; lo que tenemos es un capital sin utilizar que es algo muy diferente. Y cuando «hombres y máquinas» ociosas se ponen a trabajar, no se «absorbe» el excedente sino que se produce, es decir, crece su cantidad como resultado de un incremento en el capital variable.

Al abandonar el terreno firme del cálculo del valor para deslizarse al campo de la «demanda agregada» los economistas en boga demuestran muchas veces una sorprendente incapacidad para distinguir entre la conducta microeconómica de una empresa y el resultado macroeconómico de dicha conducta generalizada. Afirman con razón que la corporación monopolista moderna tiende a «maximizar las ganancias» por lo menos en la misma medida que lo hacían sus ancestros competitivos. Pero parecen olvida que la tasa media de ganancia es precisamente el resultado macroeconómico de tal conducta en las empresas individuales. Esto se desprende inmediatamente del supuesto de que la plusvalía que puede ser distribuida entre las diferentes empresas, es una cantidad limitada dada cada año.

(Contituará)

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