EL INCREMENTO DE LA CAPACIDAD PRODUCTIVA INSTALADA INUTILIZADA Mementō mori DEL CAPITALISMO
Desde principios de la década de 60′ (ya antes con Oscar Lange) varias corrientes económicas tanto desde el campo marxista como burgués han venido «cocinando» un suflé al mezclar Keynes con Marx al definir de una manera poco rigurosa la categoría de «excedente económico» como «la diferencia entre lo que la sociedad produce y los costos de dicha producción». Si se utilizara esta definición en sentido literal podría pensarse que el problema que ellos llaman «la absorción del excedente» es simplemente el viejo problema de la «realización de plusvalía»
Pero estos autores no se ciñen de manera consistente a esa definición. Es obvio que los costos de depreciación- excepción hecha de los cargos excesivos para ocular ganancias, es decir, plusvalía- no forma parte de la plusvalía sino de la reproducción del capital constante. De la misma manera, tomar los costos de venta en bloque como parte del excedente es indicar que esa noción implica algo más que plusvalía. Evidentemente, la parte de los costos de venta que simplemente corresponde a la reproducción del capital invertido en el sector de servicios, forma parte del capital social. De manera que se tiene la impresión de que dicha escuela oficial ha mezclado el capital excedente y el producto excedente y que necesitarían por lo menos aislar estas dos categorías antes de que pudieran comprobar convincentemente que el «excedente» (y por lo tanto la tasa de ganancia) han aumentado constantemente desde 1929.
No se trata de simple sutilezas semánticas. En una economía de mercado sólo se puede disponer del «producto excedente» a través del intercambio; éste reviste la forma física de mercancías para las cuales no existen consumidores. El «capital excedente», por el contrario, es el poder de compra potencia que, por el momento, no encuentra qué comprar». Se ve entonces la inconsistencia lógica de sumar e producto excedente y el capital excedente, cuanto en realidad, sería más pertinente hacer una sustracción.**
El verdadero problema tiene dos aspectos: invertir el capital excedente de tal manera que no se reduzca aún más el mercado para los monopolios existentes que ya operan por debajo de su capacidad total instalada debido a la insuficiencia de los mercados, asegurar un nivel constante de la capacidad utilizada para las industrias existentes a pesar de que las leyes del capital tienden a deprimir este nivel de utilización.
La respuesta al primer problema ha consistido hasta ahora en el stablishment militar, las industrias de servicios y la exportación de capital.
La respuesta al segundo problema ha sido esencialmente el crédito, es decir, una colosal estructura de deuda pública y privada y una constante inflación (incidentalmente, el problema de transferir los gastos del Estado en bienestar social y, en general, del presupuesto como fuente de ingreso para realizar la plusvalía sin reducir de inmediato ni los salarios ni los beneficios:
La incógnita acerca de la viabilidad a largo plazo del sistema económico sólo puede despejarse si se examinan los problemas que se plantean en ambos casos: la absorción del capital excedente y la absorción del producto excelente. Y precisamente en esto reside la debilidad fundamental del análisis que nos ofrecen las escuelas oficiales de la economía. Al mezclar en su categoría de «excedente económico» el capital excedente y el producto excedente, y por tanto no ser capaces de distinguir entre los problemas de la absorción del capital excedente y los problemas del exceso de merecías en disposición, pasan inadvertidas las principales contradicciones que minan económicamente el sistema.
Por una parte, las corporaciones de los EEUU y UE sólo podrían tener garantizado un mercado creciente paras sus productos si se supone la existencia de un control total sobre la innovación tecnológica y una desaparición total de la competencia de precios. Es obvio que a pesar de la creciente canalización de capitales productivos hacia sectores no productivos (considerando dentro de este contexto la producción militar como no productivo), existe una clara amenaza de una tasa decreciente de la utilización de la capacidad productiva, de un ritmo de crecimiento en la productividad superior al ritmo de crecimiento de la producción y, por tanto, de una desocupación creciente La «explosión de la automatización» no puede contenerse dentro del marco de una sociedad estancada pero satisfecha. Esta sociedad plantea problemas que el capitalismo monopolista no puede resolver dentro del marco de un su modus operandi económico. (Naturalmente un manera de hacerlo sería a través de la multiplicación de las guerras imperialistas, y, en efecto, existe una correlación entre la escalada de la agresión imperialista y las dificultades de la economía imperialista, economía que es incapaz de absorber millones de desocupados incluso después de varios periodos, sin precedentes, de décadas más o menos consecutivas de prosperidad.
Por otra parte, la solución temporal del problema de la sobreproducción sólo ha sido posible a través del establecimiento de la estructura de una deuda colosal y de una constante inflación. Este proceso tenderá eventualmente a desorganizar toda economía capitalista -en mayor o menor periodo de tiempo en función de que los EUA o UE se vieran asilados del mundo exterior.
Pero, naturalmente, no han nada de esto. La inflación en el interior de los Estados Unidos y la Unión Europea –como sostén necesario en contra de las graves crisis recurrentes de sobreproducción– tiene consecuencias a escala mundial, consecuencias de las cuales la clase capitalista y sus economistas son conscientes. La contradicción ente el dólar y el euro como instrumento para las políticas antirrecesionistas en el mercado de los EUA y UE y ambas monedas como medio de pago del mercado mundial, se acerca claramente a un punto explosivo; y la grave crisis monetaria internacional que estaba en gestación –y que de momento han podido capear—está desplegando sus terribles consecuencia en la economía en estos países.
En consecuencia, no podemos aceptar la conclusión de muchos autores en el sentido de que no existen fuerzas internas, dentro de la economía del capitalismo monopolista, lo suficientemente fuertes para desafiar al sistema. Una vez más, esta conclusión descansa en el supuesto implícito de que, en alguna forma, el capitalismo monopolista puede garantizar a la masa de personas que perciben salarios y suelos –y que constituyen a gran mayoría de la sociedad– un lento pero constante aumente en sus niveles de vida.
Dicho de otra manera, la tesis según la cual los «centros organizados de la clase obrera de europea o estadunidense en las industrias básicas han sido integrados en gran proporción como consumidores en el sistema y son ideológicamente miembros de la sociedad», a pesas de que se trata de una descripción fiel de la situación actual, de ninguna manera podría ser una proposición válida para el futuro. Si se supone que la fuerza dual de la automatización y la inflación introducirá una creciente inestabilidad en la economía de estos paises, al menos es razonable suponer que dicha inestabilidad minará eventualmente la estabilidad de la burocracia sindical y la relativa pasividad de los trabajadores relativamente bien pagados que son, paradójicamente, los mayormente sindicados. La activa oposición al capitalismo monopolista que actualmente, en gran medida, está limita a los movimientos de protesta de la juventud anti sistema, de jóvenes estudiantes, sectores de la «ciudanía» etc., en contra de la globalización, de la falta de democracia, de los regímenes dictatoriales y la guerras imperialistas, y la radicalización de algunos sectores del asalariado peor pagado, así como los recortes en el sector de los servicios podrían nuevamente convertirse en una poderosa e inevitable alianza en torno a la clase obrera industrial y sectores productivos.