Características del neocapitalismo


 

1.- El acelerado ritmo de innovación tecnológica y la reducción del periodo de vida útil del capital fijo, imponen cálculos preciso de depreciación y obsolescencia, y generalmente una planificación alargo plazo de los gastos cada vez más precisa. Esto ha sido posible gracias al rápido progreso de las técnicas de computación y su aplicación a los cálculos económicos.

2.- La tercera revolución industrial, al igual que las dos anteriores, implica un enorme incremento en el volumen de la producción industrial, y existe una nueva y aguda contradicción entre las capacidades productivas, aparentemente ilimitadas, y los límites de la demanda efectiva del «mercado». Las crecientes dificultades para la realización de la plusvalía conducen a un constante incremento de los costos de venta y al desarrollo de la mercadotecnia, y a los cálculos de la elasticidad de la demanda, unidos a las –hasta cierto punto– extravagantes sofisticaciones de la publicidad.

3.- La necesidad de evitar a toda costa que se repita una recesión como la de 1929 se convirtió en un problema de vida o muerte para el capitalismo bajo las condiciones de guerra fría y de ascenso de las fuerza anti-capitalistas a escala mundial. Las técnicas de las políticas anti-cíclicas y de redistribución del poder de compra de cada estado individual se desarrollaron a una escala cada vez más amplia. Desde entonces el Estado garantiza directa o indirectamente las ganancias privadas mediante métodos que van desde la concesión de subsidios hasta la «nacionalización de las pérdidas. Es cierto el fin de la guerra fría, la caída de la URSS y el reflujo de la revolución socialista mundial ha disminuido relativamente los peligros de un gran «krach», no obstante este cambio de tendencia del capitalismo, una vez iniciado, no tiene vuelta atrás. La concentración y centralización de capitales ha exacerbado la competencia entre las grandes potencias imperialistas, el riesgo a un colapso del sistema monetario internacional, después de décadas de políticas inflacionarias y estipulación de la demanda amenaza el sistema en su conjunto. Todo esto se convierte en una de las características más notables del capitalismo contemporáneo.

4.- La combinación de todos estos factores ha conducido gradualmente a introducción de técnicas de «planeación» en la economía capitalista, la cual, fundamentalmente, no es sino previsiones integradas de la demanda y la producción, realizadas por las asociaciones patronales (basadas en proyecciones al futuro de las tendencia actuales, corregidas por burdos cálculos de la elasticidad de demanda), y que sirven para «racionalizar» en cierta manera las inversiones de capital.

Aunque la mayor parte de los «planes» implican algunos errores de consideración en las previsiones, y de ninguna manera han hecho posible evitar la aparición de una excesiva capacidad instalada en amplia escala, sería erróneo negar su utilidad desde el punto de vista de los grandes monopolios. Las instituciones supranacionales europeas, así como otros consejos y oficinas nacionales y supranacionales de sabios, efectivamente ayudan a los patrones a decidir sobre la inversión con bases más complejas que los viejos métodos. Generalmente, esta ayuda es apreciada y, cuando no lo es, ello se debe más a desviaciones políticas y al fanatismo, que a cualquier temor de que esta forma de programación pueda minar la libre empresa y al capitalismo en general.

Pero si efectivamente el éxito del neocapitalismo es muy brillante, considerados los resultados obtenidos, exceptuando algunos años de crisis profunda, durante las últimas décadas, sus contradicciones internas –que se han ido superponiendo, por así decirlo, a las contradicciones generales del modo de producción capitalista, de ninguna manera eliminadas— también están saliendo a la luz.

En primer lugar, en la medida en que el neocapitalismo genera una tasa de crecimiento más elevada para que sea posible una amortización más rápida del capital fijo, también tiende a reducir el ejército de reserva del trabajo e incluso a conducir a una ocupación plena (que, naturalmente, los patrones llamarán exceso de ocupación). Por este conducto se destruye uno de los mecanismos básicos que hacen funcionar al capitalismo. Por primera vez no existe una desocupación en amplia escala, no existe en el sistema económico un factor institucional interno que pueda prevenir que los sindicatos exploten las condiciones favorables del mercado para ganar salarios más altos. Los crecientes ritmos de aumento de salarios, por supuesto, entran en conflicto con la necesidad de una tasa de ganancia más elevada para financiar los enormes desembolsos de capital que se encuentran en las bases mismas de la política de crecimiento del neocapitalismo.

Aparece, en consecuencia, una contradicción creciente entre las necesidades de programar del neocapitalismo y la libertad sindical para negociar salarios más latos. Los capitalistas tratan de resolver esta contradicción de dos maneras: una de carácter económico y otra de carácter sociopolítico (o bien una combinación de ambas).

La solución económica implica un cambio en la naturaleza de la inversión que pone fin a la inversión «extensiva» u horizontal (es decir la creación de nuevas plantas y empresas) y se concentra en inversiones «intensivas» o verticales, es decir, en medios que reducen la utilización de la fuerza de trabajo. Esto explica el desarrollo masivo de la automatización cuyo fin es reconstituir el ejército de reserva del trabajo que tenderá a producirse cuando el crecimiento en la productividad supere el crecimiento anual de la producción. Ésta es la fuerza económica que ayuda a hacer permanente la innovación tecnológica en la pasada onda de larga duración del ciclo Kondratiev.

En Estados Unidos, esta solución económica se aplicó con éxito en la década de los 60′ y 70′, con el resultado de un firme crecimiento en el volumen de la desocupación estructural. Incluso durante los periodos de rápido crecimiento permaneció la gran masa de desocupados.

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