Crisis revolucionaria


Es necesario que coincidan el ascenso impetuoso del movimiento de masas y la incapacidad, de hecho, de gobernar de la clase dominante.

Sólo hay crisis revolucionaria cuando la burguesía pierde esta capacidad de iniciativa y de autoridad política.

Utilizado la vieja y brillante formula de Lenin: «cuando los de abajo no quieren ser gobernados, y cuando los de arriba no pueden ya gobernar como antes»

PRIMERO descomposición muy acusada del sector «aparato de represión» del aparato del Estado. Este es un factor decisivo, por la ausencia de autoridad y de iniciativas de la burguesía. Puede ser consecuencia de una guerra o de un golpe de Estado parcialmente fallado, como en el caso de España, haciendo estallar al ejército en un parte importante del territorio, puede ser también el resultado directo de una huelga general, de un levantamiento obrero de tal potencia, en el terreno moral y político que, descomponga políticamente al ejército del interior. (Alemania 1920)

SEGUNDO, el corolario del primer factor positivo, es decir, la generalización, o al menos una extensión suficientemente amplia, de los órganos de poder obrero y popular, es decir una situación de doble poder que conduce al mismo resultado. Si hay suficientes consejos obreros y consejos populares con los que se identifiquen una parte suficiente de los servicios públicos, se da manifiestamente una parálisis total del aparato del Estado burgués si estos ya no siguen las ordenes impuestas desde arriba.

TERCERO, tocamos aquí lo que más nos interesa de la crisis que asciende, porque ha sido el aspecto menos estudiado hasta el presente: es la dimensión político-ideológica del fenómeno. Es necesario que exista una crisis de legitimidad de las instituciones del Estado, a los ojos de la gran mayoría de la clases laboriosas, es necesario que exista una identificación de esta mayoría con otra legitimidad, una nueva legitimidad que asciende, sin la cual el carácter revolucionario de la crisis es poco probable. No digo que esté excluido –porque hace falta tener en cuenta, y el desarrollo desigual de la conciencia de clase, que no excluye combinaciones extrañas y sorprendentes– pero usamos el término «legitimidad» en su sentido más general pues parece evidente que la presencia de un gobierno salido del sufragio universal, de un sufragio universal que puede incluso reflejar la mayoría de tres años atrás, incluso de hace seis meses, en el cual las masas ya no se reconocen, no basta para crear una crisis revolucionaria. Sería una crisis gubernamental, ministerial, en el peor de los casos una crisis de régimen político, pero no sería aún una crisis revolucionaria.

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