Valor del oro, patrón oro y valor del papel moneda
Los metales preciosos en general, y el oro en particular; pueden servir de medios de cambio y de medios de pago porque tienen un valor, porque son productos del trabajo humana. La ecuación «una tonelada de cobre vale un kilo de oro» significa que para producir estas dos cantidades de metal es necesario el mismo número de horas de trabajo (de productividad media) En un sistema monetario basado en el patrón oro, los precios de las mercancías expresan equivalencias de este mismo género. Sí en ese sistema, 10 dólares = 1 gramo de oro, cuando se dice que un automóvil vales, en promedio, 10.000 dólares, ello significa que el número de horas de trabajo necesarias para producir un automóvil es el mismo que para producir 1 Kilogramo de oro.
El régimen capitalista se caracteriza por su incesante transformación de las técnicas de trabajo, por la revolución múltiple en la productividad del trabajo, pero estas transformaciones se realizan de una manera desigual entre las empresas y los sectores industriales. A través de la competencia de los capitales y la igualación de la tasa de ganancia, las empresas y las ramas industriales donde la productividad del trabajo e eleva más alá de la media social se apropian una parte de la plusvalía producida en otras empresas o ramas industriales donde la productividad del trabajo se halla por debajo de la media social. (Esto también es válido para los diferentes Estados)
El mecanismo concreto por el cual se opera esta transferencia de plusvalía de una empresa o rama industrial a otra, es el de la formación de los precios de mercado. Las empresas y ramas técnicamente más avanzadas realizan superganancias vendiendo a precios de mercado debido a que sus costos de producción son inferiores a los de sus competidores ya que lo primeros son los que determinan dichos costos. Las empresas y ramas atrasadas no realizan la ganancia media e incluso venden con pérdidas dado que sus costos de producción son superiores a los de sus competidores, quienes, trabajando conforme a la productividad social media, determinan los precios de mercado
Sin embargo no se aplica la misma regla de manera idéntica a la producción del oro. El empleo del oro como equivalente general, el hecho de que el valor de uso de esta mercancía haga que sea buscada por todos los propietarios de mercancías, tiene como consecuencia que la demanda de oro sea -hasta cierto punto- «independiente» de las fluctuaciones de su propios costos de producción.
Cuando una rama industrial, cualquiera se ve afectada por un retardo tecnológico en relación a la media social, cuando «desperdicia trabajo social» en el curso de su producción corriente, una parte de esta producción quedará sin comprador a pesar de que haya una considerable baja de precios; incluso una parte de la capacidad de producción deberá ser suprimida. Pero cuando una economía capitalista general se halla en expansión las necesidades de oro aumentan en función de esta expansión independientemente de las fluctuaciones de la productividad del trabajo en las minas de oro en relación a las del resto de la industria. Para los propietarios de las minas de oro ello implica que se apropian una alta renta o ganancia en los periodos de expansión general de producción si existe un retardo de la productividad del trabajo en esas minas en relación al resto de la industria (lo que manifiestamente ha sido el caso desde principios del siglo). Para un sistema monetario fundado en el patrón oro, ello significa que la tendencia a la baja «secular» del valor de las mercancías, se halla acentuada considerablemente.
Supongamos la siguiente ecuación: 1 automóvil = 1 Kg de oro = 25000 euros = 500 horas de trabajo
Si la productividad del trabajo se duplica en la industria automotriz, permaneciendo invariable las condiciones en la industrial del oro, esta ecuación se convierte en:
1 automóvil = 1/2 Kg de oro = 12500 euros = 250 horas de trabajo
Así desemboca a una conclusión que parece paradójica a primera vista: un régimen de patrón oro condena a los precios a caídas extremadamente severas, en la medida en que dura la brecha —creciente— entre la productividad del trabajo en relativo estancamiento de la minas auríferas y la productividad del trabajo en rápida expansión en el resto de la industria. Lo que e hecho paralizaría la expansión capitalista no sería como lo creen los señores Rueff y Cía «el bajo precio del oro» o «la ausencia de liquideces internacionales», sino al contrario, el valor normalmente elevado del oro y los precios más y más bajos de la mayor parte de las mercancías.
La paradoja no es más que aparente. Porque en el momento en que no se está en un régimen de patrón oro, sino en un régimen e papel moneda, la masa monetaria debe estar relacionada primero con la masa de oro, antes de que pueda conocerse la evolución de los precios de las mercancías expresadas en relación a los metales preciosos. Pero la teoría cuantitativa de la moneda, rechazada por Marx en lo que concierne a la moneda metálica, es en parte aplicable en lo que concierne al papel moneda. Éste se encuentra compuesto de signos monetarios de reemplazo. Si una divisa nacional está cubierta por 1000 toneladas de oro, y si la circulación monetaria pasa de 35 a 50 mil millones (de dólares euros, francas, etc.) ello significa que cada unidad monetaria ya no representa 0.003 gramos de oro sino solamente 0.02 gramos, es decir que ha perdido una tercera parte de su valor. (Si se elimina la enorme inflación en el curso de un siglo a escala internacional, es claro que los precios de las mercancías han bajado, efectivamente, de manera muy considerable) Si la masa de la producción y de la productividad del trabajo fueran perfectamente estables en el régimen del papel moneda relacionado con el patrón oro toda expansión de la masa monetaria es automáticamente causa de un alza de precios.
Pero a partir del momento en que la producción y la productividad aumentan, la masa monetaria pude expandirse considerablemente sin que los precios aumenten. Por ejemplo, si una producción nacional representada por 1000 millones de mercancías cuya producción a costado 1000 millones de horas de trabajo y que son intercambiadas contra 35.000 millones de euros, representan 1000 toneladas de oro. Si la producción aumenta en diez años a 1500 millones de mercancías producidas en 1500 horas de trabajo, la masa monetaria puede pasar de 35.000 millones de euros a 52.500 millones con una reserva de oro estable y los precios unitarios de las mercancías permanece sin cambios.
La verdad es que cada euro ya no representa 0.03 gramos de oro, sino únicamente poco menos que 0.02 de oro. Pero al mismo tiempo la productividad del trabajo ha aumenta el 50% en toda la otra industria sin haber aumentado en la industria del oro; esta depreciación del 35% del euro en relación al oro no representa una depreciación en el poder de compra. Expresa simplemente el hecho de que la mas de mercancías que se intercambia contra la misma cantidad de euros (y oro) es ahora producida en un tiempo de trabajo socialmente necesario 50% menor de lo que era anteriormente (Es evidente que se simplifica. La masa monetaria no solamente sirve como medio de cambio de las mercancías, sino también como medio de pago) El valor del papel moneda en oro, y el valor del papel moneda en poder de compra no son, por tanto, necesariamente idénticos. Incluso pueden evolucionar en sentidos opuestos.
El patrón de divisa oro, balanza de pagos y crisis económica
Lo que caracteriza a todo sistema fundado sobre el patrón oro —ya sea un sistema metálico puro o un sistema de papel moneda relacionado al oro— es el ajuste automático de la masa monetaria a la masa metálica, a las «reservas de cambio». Si la cobertura legal del oro del dólar es del 25%, y las reservas de cambio no sobrepasan el 25% de la masa de los billetes de banco, toda reducción de estas reservas desemboca en una contracción de la masa monetaria. Ello implica, en efecto, una deflación de los billetes de banco circulantes. La moneda escritural depende, en última análisis, de la masa de billetes de banco. A partir de entonces, todo el sistema monetario deviene una pirámide invertida que se reduce automáticamente una vez su base —el oro que se encuentra en las cajas fuertes de la Banca Central—se contrae
La experiencia ha mostrado a los capitalistas y a sus economistas que existe una cierta relación entre la masa monetaria en circulación y el ritmo de contracción de las actividades económicas en general. La relación no es casual como suponían numerosas, y aún suponen algunas, escuelas de la economía política. burguesa. Toda expansión de las actividades económicas está acompañada, forzosamente, de una expansión de los ingresos monetarios (tanto en salarios como en ganancias) Toda contracción de las actividades económicas (recesión o crisis más graves) desemboca en una tendencia a la deflación de los ingresos monetarios (en definitiva se hacen más o menos operaciones de intercambio por unidad de tiempo) Si de una manera automática el Estado pone en circulación medios monetarios (aumentando las asignaciones a los desempleados, los créditos y subvenciones a la industria, los gastos del Estado, etc.), el efecto de la recesión o de la crisis se atenúa. Pero sí, de una manera autónoma al ciclo económico, el Estado acentúa la deflación de los medios monetarios (recortes, reduce créditos, etc.) evidentemente el efecto de la recesión o la crisis se amplifica.
En el primer caso, el poder de compra global disminuye menos fuertemente que el empleo y la producción en la industria, en el segundo caso el poder de compra global disminuye más que el empleo y la producción y la crisis se amplifica enormemente. Esta fue la razón de la gran depresión de 1929-32.
En un sistema de papel moneda referido al oro, los bancos centrales y los gobiernos capitalistas son obligado, sin embarro, a restringir la masa monetaria en circulación cuando sus reservas de cambio disminuyen. Por lo tanto, es suficiente que el estallido de una recesión coincida con un serio déficit de la balanza de pagos, para que el gobierno se vea obligado a aplicar una política de deflación -lo cual no dejará de desencadenar una crisis económica de extrema gravedad. Si los gobiernos imperialistas hubieran seguido los consejos de Rueff, y hubieran regresado al patrón oro, la fuga masiva de reservas de cambio durante el mayor francés, hubiera impuesto al gobierno francés una política de deflación… se hubieran producido en Francia decenas de miles de quiebras, y más de un millón de desocupados.
En función, esencialmente, de la experiencia de la crisis de 1929-32, y por el miedo a que se produjera semejante cataclismo, los representantes de los países capitalistas reunidos en Bretton Woods en 1944 decidieron pasar al llamado sistema de «patrón de cambio oro o divisa oro» En este sistema los ajustes automáticos de la masa monetario a las reservas en oro —y por tanto la fluctuación automática del poder de compra global— se suprimen.
En efecto, en este nuevo sistema, la reserva de cambio de cada banco central ya no está compuesta solamente de oro y de cierto número de divisas privilegiadas (ante todo el dólar, el euro y la libra esterlina). Un mecanismo complicado, asegurado por el Fondo Monetario Internacional y, también, el Banco Mundial, hace que, cuando las reservas de oro de un país disminuyen, puedan ser compensadas bien por «moneda de reserva» (dólar, euro y libra esterlina), bien por créditos internacionales o por una combinación de ambos.
En el seno de cada economía imperialista nacional, este sistema se completa por el control de la masa monetaria a través del banco central por medio de diversos instrumentos; manipulación de las tasa de descuento y de las tasas de interés; control del crédito bancario (una de las fuentes principales de creación de moneda en el régimen capitalista) a través de coeficientes de liquidez impuesto a los bancos, etc.
Las pérdidas en oro (el déficit de la balanza de pagos) pueden resultar sobre todo de dos movimientos, por lo menos en lo que concierne a los países imperialistas: de una balanza comercial deficitaria, cuando este déficit no es compensado por los ingreso llamados «invisibles» (intereses y dividendos sobre capitales invertidos en el extranjero; ingresos de la navegación marítima y aérea internacional; ingresos del turismo, etc.) También pueden resultar de una exportación de capitales que supera el superávit de la balanza comercial. El primer caso lo encontrábamos ayer en Gran Bretaña hoy en España, el segundo, es, con excepciones temporales, crónico de los Estado Unidos. El primer caso indica que el país imperialista vive por encima de sus medios, que está liquidando sus reservas; el segundo caso indica, por e contrario, que el país imperialista trata de transformar —en una proporción excesiva— los ingreso corrientes y los recursos recientemente producidos en inversiones a largo plazo*
*El déficit corriente de la balanza de pagos siempre expresa un estado de inflación. La masa de poder de compra en circulación dentro de los países es superior al valor de los bienes y servicies en el mercado. El excedente del poder de compra atrae los productos extranjeros hacia dichos países
Cuando un país sufre una balanza de pagos deficitaria, liquida sus reservas, se endeuda progresivamente y termina por estrangularse entre los hilos de la red. Cuando, a su vez los países que proporcional las monedas de reserva se colocan en una situación de déficit crónico en su balanza de pagos y regulan este déficit a través de su propia moneda, son posibles dos reacciones por parte de los otros países. Estos países pueden tener necesidad de dólares, euros, libras esterlinas para fines comerciales o militares, o simplemente encontrarse en la imposibilidad de rechazar este influjo de reservas de cambio de un género particular, (penuria de dólares después de la Segunda Guerra Mundial y déficit de la balanza de pagos USA por «ayudas al extranjero» en dólares de este periodo) entones el sistema funciona sin demasiadas dificultades. Éste fue el caso de la libra esterlina antes de Suez, del dólar entre la crisis de Suez y los años 1964-65. Es este caso, el papel de la moneda en tanto que medio de cambio (incluso en el plano político) tiene prioridad sobre el papel que desempeña en tanto que medio de pago.
Pero si los países imperialistas consideran que el aflujo de «reservas de cambio» expresa en realidad la inflación que reina en EEUU o en la Zona Euro actualmente; que las monedas de cambio se degradan y pierden constantemente una fracción de su valor de compra; que por tanto la acumulación de reservas de cambio en dólares o euros les hace perder a la larga una buena parte del valor de sus reservas, porque esta depreciación hace inevitable una devaluación del dólar o el euro en relación al oro, entonces buscan convertir una parte de esta moneda que detentan como reservas de cambio en oro, y todo el sistema monetario entra en crisis. En este caso, el papel de la moneda de reserva como medio de pago y stock de valor (reserva) toma preponderancia sobre su papel como medio de cambio
Los países que no proporcionan moneda de reserva deben regular los déficit de sus blanzas de pagos en oro, dólares o euros; la masa de «liquideces internacionales» se mantiene de este modo inalterable. Pero los Estados Unidos sobre todo (y no tanto Europa por la falta de un Estado supranacional europeo y las contradicciones en el grado de liquidez, de tasa de inflación y déficits, etc., junto con la falta de una política fiscal y laboral común etc., de los Estados miembros) pueden regular el déficit de su balanza de pagos respectivamente en dólares y euros . El aflujo de estos dólares o euros en los otros países imperialistas amplia inmediatamente la base de la pirámide invertida (exactamente igual como lo haría un aflujo de oro en el régimen del patrón oro. En consecuencia, la inflación del dólar y del euro acrecienta la circulación monetaria de todos los países imperialista y amplifica la inflación universal.
Pero la causa de esta inflación, no debemos olvidarlos, es, en último análisis, el conjunto de las técnicas neocapitalistas tendientes a evitar una crisis económica catastrófica del tipo de 1929-32. La causa de la inflación del dólar y del euro, es la política de armamento y de guerra, el aumento de los créditos al sector privado, el endeudamiento creciente del Estado, de las empresas y de los particulares Pero una crisis económica en los Estado Unidos o la Unión Europea se extendería automáticamente a todos los países imperialistas. Por tanto, trata de «limitar» (ahogar) la inflación norteamericana y europea, es para los otros países un remedio peor que la enfermedad. Por esto la inflación ha persistido durante más de cinco décadas, por esto se puede prever con seguridad que la inflación persistirá. Lo que está a discusión concierne exclusivamente a su amplitud y a los cargos que deben compartir las diversas potencias imperialistas.
Existe, por tanto, una contradicción inextricable entre el dólar y el euro, instrumento de la lucha anticrisis en los Estados Unidos, en la UE y en el mundo capitalista de una parte, y el dólar y el euros, moneda de reserva del sistema monetario internacional, de otra parte. Esta contradicción se viene a sumar a una segunda contradicción: la que existe entre el dólar y el euro, medio de cambio internacional, y el dólar y el euro, medio de pago internacional. Dentro del primer papel, tanto el dólar como el euro deberían ser tan abundantes como fuera posibles (lo que en la práctica significa que su aprovisionamiento es «flexible» y su valor necesariamente inestable). Dentro del segundo papel, deberían ser tan estables como fuera posible, lo que significa que su aprovisionamiento debería adaptarse rígidamente a las necesidades (toda superabundancia reduce automáticamente el valor de los signos monetario de reemplazo).
Esta contradicción refleja un conflicto de intereses en el seno de la burguesía mundial. Quienes venden y compran productos a los Estados Unidos y la Unión Europea, principales sectores del mercado mundial, están interesados en un aprovisionamiento abundante, es decir inflacionista, en dólares o euros; las fluctuaciones de su poder de compra (excepto aquellas a corto plazo) nada les importa. Pero aquellos que tienen haberes en dólares (obligaciones públicas y privadas, grandes depósitos bancarios; grandes pólizas de seguros, etc.), están interesados al máximo en la estabilidad del poder de compra del dólar y el euro. Los bancos centrales del mundo entero y la mayor parte de los bancos privados se encuentran en la segunda categoría; una buena parte de los trusts industriales se encuentran dentro de la primera.(¡sobre todo si se hallan fuertemente endeudados en dólares o/y euros)
LAS GRADES TRANSFERENCIAS INTERNACIONALES DE CAPITALES
Cuando el déficit de la balanza de pagos resulta de un déficit de la balanza comercial, no existe discusión posible acerca de las causas de las pérdidas de reservas de cambio. Subrayemos simplemente que dicho déficit de la balanza comercial no expresa necesariamente la debilidad fundamental de una economía capitalista. En el siglo XIX el capitalismo británico ha podido, durante largo tiempo, permitirse el lujo de una balanza comercial deficitaria, sus exportaciones de productos industriales manufacturados eran crónicamente inferiores a sus importaciones de víveres y materias primas. Pero este déficit era más que compensado por las entradas «invisibles» que provenían ante todo de las ganancias de los capitales británicos invertidos en el exterior.
La aparición brusca de déficits en la balanza de pagos en los países que no tienen un déficit crónico de la balanza comercial pueden deberse a causas diversas:
1) Puede resultar de una brusca presión inflacionista mucho más grande que en la mayor parte de sus principales socios comerciales imperialistas. En este caso, existe un brusco déficit de la balanza comercial que causa esencialmente le déficit de la balanza de pagos. (Éste es el caso moderado de España, si bien, es sólo un agravante de una balanza comercial fuertemente deficitaria)*
2) Puede resultar de gastos «invisibles» crónicamente deficitarios. Ésta es una de las causas del déficit crónico de la balanza de pagos de los EEUU. Entre los gastos «invisibles» ante todo es necesario mencionar para esta potencia imperialista los gastos militares en el extranjero.
3) Puede resultar de un excedente crónico de las exportaciones de capitales en relación a la balanza comercial aun crediticia, pero no en la medida suficiente como para financiar tales exportaciones. Ésta es en parte la situación actual de los EEUU
4) Puede resultar de un bruco movimiento de capitales a corto plazo
A este respecto, es necesario distinguir dos categoría de movimientos de capitales. La primera refleja el fenómeno general sobre la «sobrecapitalización» en los países imperialistas, es decir, la existencia de varios miles o decenas de miles de dólares o euros, no invertidos a largo plazo, que no buscan otra cosa que ganancias rápidas y que se transfieren rápidamente de un país a otro en función de dos criterios: la tasa de interés obtenido y las previsiones de fluctuaciones del poder de compra (del «valor») de las diversas monedas nacionales. Las idas y venidas de esta «hot money» (literalmente «dinero caliente») han sido culpadas en gran medida como vía de explicación de algunas de las borrascas que golpearon la libra esterlina a partir de la segunda Guerra Mundial, y actualmente de la «crisis del euro» La segunda categoría de movimientos de capitales está ligada a la aparición de los grandes trusts multinacionales, de la corporación internacional. Dado que, por definición, la corporación tiene ramificaciones en un gran número de países, y que sus dimensiones son gigantescas (el monto de sus operaciones anuales puede superar fácilmente el presupuesto de un Estado capitalista de mediana importancia), podría necesitar el transferir de un solo golpe el equivalente de decenas o centenas de millones de dólares o euros de un país a otro. Tales movimientos de capitales pueden provocar importantes fluctuaciones del curso de las divisas, las cuales oscilan en torno a las tasa de cambio oficiales conforme a la ley de la oferta y la demanda.
Además, estos trusts mundiales detentan importantes reservas en dinero liquido y están interesados en transferirlas de un país a otro cuando se perfila en el horizonte la menor amenaza de depreciación monetarios. Incluso una fluctuación en la tasa de cambio de un 2% puede representar una ganancia o una pérdida de dos millones de dólares para una firma que posea una reserva líquida de 100 millones de dólares. Se ve entonces que el primer movimiento —el movimiento llamado especulativo— y el segundo movimiento -que directamente se enlaza a la concentración internacional de los capitales- no son totalmente diferentes entre sí, sino que tienen la tendencia a interpenetrarse.
Estos dos movimientos no pueden considerarse como independientes de la situación fundamental de cada una de las potencias imperialistas y del sistema capitalista visto en su conjunto. Lo que ocurre en la esfera de la circulación refleja, en última instancia, lo que ocurre en la esfera de la producción. La «desconfianza» de los «especuladores» frente a una moneda expresa un juicio —generalmente bien fundado— acerca de la evolución futura de la balanza de pagos, es decir, acerca de la solidez de la moneda en cuestión. Al prever que una moneda se depreciará, quienes detentan grandes cantidades de esta moneda, se desembarazaran de ella en la medida de sus posibilidades, y de esta manera precipitarán, si no su caída, por lo menos una agravación de su situación en el mercado de cambios. La anticipación del movimiento acelera esta agravación. Pero, en último análisis, no es la anticipación lo que constituye la causa de la caída, sino el movimiento mismo.
La especulación en torno del franco francés y del marco alemán en la última mitad de la década de los 60′ ilustra perfectamente lo que acabamos de afirmar. Si bien los bruscos movimientos de capitales (que sobrepasaron en volumen al equivalente de tres mil millones de dólares tan solo en la direcciones París-Zúrich y París-Fránckfort a partir de mayo de 1968) ocasionaron la crisis monetaria de noviembre de 1968, de ninguna manera la han causado; sus causas son mucho más profundas.
A partir de mayo del 68, la situación competitiva de la industria francesa se deterioró ampliamente, tanto por el acrecentamiento de los costos salariales como por la inflación acelerada. En consecuencia, era inevitable un déficit acentuado en la balanza comercial: he ahí el origen real de la «desconfianza», ligada también a un descontento por parte del gran capital frente al aumento de los derechos de sucesión y algunos impuestos que afectan a la burguesía (mediadas que la prensa burguesa, con su sentido sublime de los oportuno, ha caracterizado anacrónicamente como torpezas
La economía de Alemania occidental, por el contrario, después de la recesión de 1966-67, se hllaba en una situación triplemente privilegiada. Ahí los precios son prácticametne estables, es decir su capacidad copetitiva se acreceinta no solamente en relación a us competidores «naturales» tales como Gran Bretaña, Japón, Francia e Italia, sino aun en relación con los Estados Unidos (entre junio de 1965 y junio de 1968 el índice de precios de consumo aumentó 7 puntos en Alemania occidental, 9 puntos en Italia, 10 puntos en los Estados Unidos, 12 puntos en Francia y 14 puntos en la Gran bretaña). En Alemania occidental la tasa de crecimiento de la masa monetaria total, desde 1962 a 1967, se mantuvo sólo 5% por encima de la tasa de crecimiento del producto nacional bruto, mientras en Francia la diferencia se elevó en un 15%. Las cargas militares e improductivas que gravan el presupuesto, son mucho mas ligeras en Alemania occidental que en cualquier otra potencia imperialista, es decir, que el mecanismo interno de inflación automática es más moderado que en las otras potencias. Finalmente, el marco alemán no era si iba a ser moneda de reserva y, por tanto, estaba mejor protegido que oras divisas frente a futuros movimientos especulativos. Es ésta la razón por la cual los capitales que se han separado del franco francés y de la librea esterlina, se orientaban hacia Alemania.
Por otra parte, se puede afirmar que, en último análisis -sin darle a esta fórmula un sentido mecánico- la relación de fuerza entre las divisas de los países imperialistas (las fluctuaciones a plazos medios y largo de su tasas de cambio) reflejan las relaciones reales de fuerza económica, es decir, sus diferentes niveles de productividad y su capacidad competitiva en el mercado mundial. Así, si el debilitamiento del dólar, cualesquiera que sean sus aspectos contradictorios, reflejó claramente una decadencia relativa del poder del imperialismo americano en el conjunto del sistema capitalista mundial, ante todo en relación con sus competidores (y aliados) inmediatos.
LAS REFORMAS PROPUESTAS AL SISTEMA MONETARIO INTERANACIONAL
Obviamente, la burguesía mundial no permanece pasiva frente a la degradación constante de un sistema monetario internacional. En los últimos años (desde la década de los 60) ha habido una serie de proyectos de reforma. Proyectos que acabaron discutiéndose a nivel semigubernamental y gubernamental, particularmente durante la reunión anual del Fondo Monetario Internacional en septiembre-octubre en Washington (en vísperas de la borrasca de noviembre de 1968 que, dicho sea de paso, como ahora, no había sido prevista). El análisis de estos diverso proyectos permitió «discernir más de cerca» las contradicciones que golpean al conjunto de la economía capitalista internacional, y las contradicciones interimperialista.
1. El retorno al patrón oro.
Ésta fue la tesis defendida en Francia por Jacques Rueff, quien gozaba del apoyo del régimen degaullista. Ya hemos indicado sus peligros, mismos que el Gran Capital y sus economistas perciben claramente. No existe ninguna posibilidad d que la burguesía internacional admita esta reforma, comenzando por la de los países anglosajones. La mentalidad de un pequeño rentista conservador se refleja en esa confianza ciega que manifestaba De Gaulle en un «mental con valor inmutable» nos recuerda el mercantilismo. A través de su voz, habla el ancestro campesino que realiza su acumulación originaría escondiendo piezas de oro bajo su vestido de lana.
Ya hace más de un siglo y medio que los capitalistas industriales, por oposición a los rentistas y usureros, saben, como Marx lo decía, que la cantidad de trabajo social que sirve para producir medios de cambio y de pago metálicos no representa sino los «faux frais»* de la producción social y por tanto reduce las fuerzas productivas reales; para el sistema sería más conveniente reducir esta cantidad y no aumentarla. 12
2. La reapreciación del oro
En el espíritu de Rueff, el retorno al patrón oro debería estar acompañado de un acrecentamiento del precio del oro; de ser posible, duplicar su precio. Esto estimularía, por una parte, la producción de oro así como su flujo hacia los cofres de los bancos centrales.13 Por otra parte, permitiría a dichos bancos centrales suprimir el empleo de las monedas de reserva, dado que toda la circulación monetaria actual de las potencias imperialistas —y aun una nueva expansión de los medios de circulación— podría asentarse sobre la actual masa de oro, considerablemente devaluada. Es claro que esta solución, sin estar acompañada de un retorno al patrón oro, despierta las tentaciones de las potencias imperialistas. No hay duda de que es en esta vía que se han orientado por etapas. El establecimiento de un doble precio de oro (precio de mercado libre privado, y precio pagado por los bancos centrales) en marzo de 1968 marcó una primera etapa hacia el abandono del precio de 35 dólares la onza establecido en 1934.
¿Cómo apreciar semejante reforma? Buscaba simplemente expresar la inflación generalizada, sin suprimir de ninguna manera los resorte y las causas esenciales, y ni siquiera ocultarlos. Después de de 65 años digamos, todos los precios han subido (en papel moneda), en tanto que el precio del oro se ha mantenido estable (exceptuando los bruscos cambios transitorios y especulativos en épocas de recesión «valores refugio»). Se olvida prematuramente que durante el mismo período ha habido un desarrollo prodigioso de la productividad del trabajo en casi todas las ramas industriales, sin que haya sucedido nada equivalente en la industria del oro.14 Expresadas en valor, es decir en cantidades de trabajo socialmente necesarias para producir a unos y a otros, las relaciones entre el oro y las otras mercancías, por tanto, han evolucionado profundamente en el sentido de una baja en el valor de las mercancías, expresado en oro. Revaluando el «precio del oro» y el de las otras mercancías. Pero se desembocaría de laguna manera en la «legalización» del alza de los precios o aún en su estimulación (no hay duda de que el alza del precio del oro desencadenaría un proceso general de acrecentamiento de la masa monetaria). La baja en el valor
de las mercancías —en relación al valor oro— se expresaría, en consecuencia, en un alza acentuada de sus precios. No podría decirse de mejor manera que el medio de cambio —de papel moneda— se encuentra en estado de inflación pronunciada.
Agreguemos que si existe manifiestamente una subevaluación del oro en las condiciones actuales, ninguna persona podría decir, de oficio, cuál sería el precio normal del metal en el merado en ausencia de un curso oficial establecido por los bancos centrales. Los cursos actuales en el mercado libre se hallan influidos considerablemente por la anticipación de una recuperación del precio de compra por los bancos centrales. Una comparación efectiva del valor —el cálculo de la cantidad de trabajo a la productividad media mundial necesaria— podría provocar muchas sorpresas15
3. La devaluación del dólar. El aumento del «precio del oro» sería en realidad una devaluación general de todas las monedas que están referidas al mismo patrón de cambio oro. Pero en ocasión de esta devaluación, las relaciones recíprocas entre las divisa imperialista podrían ser objeto de una evasión; por ejemplo, eta sería una oportunidad para que el imperialismo norteamericano obtuviera una devaluación del dólar particularmente con relación a algunas divisas como el marco alemán, el marco suizo, el florín, e incluso el yen y la lira. La fracción industrial de la burguesía de los EUA podría, a través de este giro, reducir la enorme diferencia de sus costos salariales en relación a sus competidores inmediatos, y por este hecho detener el ascenso inquietante de las importaciones en el mercado norteamericano, al tiempo que estimularía las exportaciones americanas. Por las razones recíprocas, los competidores del imperialismo americano son obviamente reticentes a esto. Esta reticencia se torna en indignación cuando se evocan los proyectos de ste género frente a burgueses, banqueros o rentistas, que detentan grandes paquetes de obligaciones libradas en dólares.
4. La unificación de las monedas del Mercado Común, y su empleo como moneda de reserva. La creación de un «eurofranco»
5. La creación de un papel moneda mundial, «moneda de los bancos centrales»
EL SIGNIFICADO DE LA CRISIS DEL SISTEMA MONETARIO INTERNACIONAL
A escala histórica, el desarrollo de las fuerzas productivas se rebela cada vez más, no solamente contra la propiedad privada de los medios de producción sino también contra os estrechos límites del Estado nacional, dentro de los cuales se asfixian cada día más. De la misma manera que las guerras imperialistas -prácticamente imposibles en la actualidad por las amenazas que pesan sobre el sistema (ahora no tanto)…
El mundo está maduro para la planificación económica a escala global;
No se puede planificar globalmente…
Ahora bien, la propiedad privada de los medios de producción, es decir la descentralización de las decisiones importantes…
Si la inflación -en tanto que continúa siendo moderada- no esincompatible con el funcionamiento más o menos normal del capitalismo…
La posición privilegia que el dólar ha ocupado durante dos décadas…
Todo ajuste del sistema monetario internacional, al igual que modificación de las paridades monetarias nacionales, no es solamente un arma de la competencia…
la cuestión de saber si a la larga todos estos artíficos que mantienen en pie la colosal pirámide…
La crisis del euro representa no sólo la debilidad de las economías de los miembros más débiles de los distintos países de la unión sino, también, el acrecentamiento de las contradicciones entre e intereses nacionales y supranacionales. Su expresión política se manifiesta en la pérdida de soberanía relativa de los Estado miembros, en la imposibilidad de aplicar políticas proteccionistas, al tiempo que entra en conflicto con la construcción de un Estado supranacional europeo. La incapacidad para gestionar una política fiscal, laboral, única fruto de las diferencias productividades y competitividad de los mismos, etc. etc. En otras palabras el conflicto de intereses entre los capitales de las empresas nacionales y los intereses de la fusión de capitales que conforman las grandes corporaciones de la UEA. Además existe una discordancia entre los diferentes intereses entre la banca y las corporaciones y el capital financiero que las sustentan que en muchos casos entra en conflicto dentro de las fronteras de la misma corporación. A los grandes bancos que tienen activos en depósitos
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